Penélope la de largas trenzas
aún bañadas por el sollozo de la noche ,
Penélope de arena y sal,
la que siempre aguarda en el faro el retorno del amor,
a ti hablo hoy aferrada a la orilla de tu isla,
huyendo de mi tempestad.
Tú, que con tus ojos mueves el mar
y azotas sus olas en la piel de la luna,
toma mi dolor y téjelo en tu bordado de proezas
y cuando ya nada quede por hilar rómpelo
hecha sus hilos al gran telar de Poseidón.
Y vuelve a tomarlo, amárralo a las barcas
para que surque el océano cual niño errante en los senderos de las
ninfas,
que se pierda, que naufrague si es posible
Rómpelo una y otra vez,
iza el horizonte con sus cuerdas
y tráeme la sombra de esos viejos soles que se ha comido el mar.
Reza con el rosario de las estrellas para que nos envuelva la brisa de
antaño,
y regrese la sed del amor que se seca en los desiertos de
mi alma.
Esperaré Penélope hasta que tu me des hospedaje en tu reino de la
prórroga.
Retendré mi grito y lo ahogaré en las profundidades de mis lágrimas
hasta que me mandes la señal de fuego de haber escuchado mi
mensaje.
Por que yo como tú soy maestra en el arte de la espera.
¿Y qué esperamos Penélope tú en tu costa y yo en los arrecifes
de este mar de espectros en el puerto de mi viaje?
Teje mi llanto,
izalo en velas que vayan en busca de los días que se ahogaron o
perecieron en tierras lejanas.
¿Qué esperamos Penélope, el retorno del tiempo,
al amor que expira en el oráculo de los Dioses antes de hacerse
destino? Ay hermana, unamos nuestras trenzas y que sean puentes
para el regreso de los siglos que han partido y ya se hunden en el ojo
del ocaso sin pronósticos de vuelta.
Teje también estos versos en tu obra eterna
y después rómpelos hermana,
que los hilos de mi voz en esta hora en que te invoco ,
sean el pez carnada en los anzuelos de tus argonautas.
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