Qué imposible es estar aburrido
la mente siempre ocupada
en constante actividad de lucro,
se administra cómo matar el tiempo.
El tráfico cotidiano de la sociedad
no admite descansos ni paradas,
su encomienda es la de surtir
un inagotable contenido de acciones.
Quien cree aburrirse
alucina la falta de contenidos,
quiere que no haya más que hacer,
no percibe cura para su fastidio.
Basta teclear cualquier carácter
y navegar sobre una barra de búsqueda,
para meter los dedos a un océano infinito
quedar atónito ante tanta información.
Libre acceso al entretenimiento,
distracción desde lo mundano a lo crucial,
reinan las imágenes de trivialidades ególatras
y contenidos enigmáticos, profundos.
Qué aberración querer pausar el descenso
de mantenerse realizando algo, no importa qué.
Detenido se advierte, entre el ajetreo de datos,
que junto al aburrimiento murió la tranquilidad.
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