No es el roncar de una rosa quien suspira tu nombre a las visiones de la tarde
mucho menos el viejo libro que escribiste,
el espacio entre nuestras manos,
el piso en que corremos,
el cielo sobre mis ojos,
los conocidos extraños.
No es una suposición irracional
que aún cuando falte la memoria
se abalanzaran sobre mí
tus recuerdos.
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