Cuando llegué a mi nuevo hogar en el cual vivo actualmente algo que me sorprendió bastante fue toparme con todos los muebles del ultimo inquilino, eran demasiados y tendría que buscar la manera de deshacerme de ellos, por desgracia aquella persona no tenía el mismo gusto exquisito que yo para la decoración. Algo que me intrigó fue que no se llevara sus cosas ¿habría huido de algo? O quizás algo estaba mal con los papeles y yo me había confundido de casa? Por varios días estuve moviendo cajas y cuadros pues al parecer el misterioso habitante era amante del arte, pero déjenme aclarar que de un arte de muy mal gusto. Muchos de los objetos por los que no daría ni un quinto los quemé y otros los regalé.
Al séptimo día de búsqueda todavía seguían apareciendo trastes y eso fue poco cuando me encontré el cadáver disecado de un perro salchicha ¿Qué onda con esas personas? Mi nuevo hogar es inmenso, a mí siempre me han gustado la inmensidad, por eso mi casa después de tanto reunir tenía que ser algo así como un reflejo mío. Después de dos semanas continuaba recorriendo aposentos, eso es fabuloso, mi objetivo era invertir en muchas tertulias, teniendo cada habitación ocupada.
Todo parecía perfecto a pesar de la interminable limpieza que yo sola tenía que hacer hasta que entré en una cámara que me dejó con la quijada casi dislocada. Era un laboratorio químico lleno de polvo y decorado con un sinfín de objetos femeninos todos idénticos, además de siete camas iguales, con las mismas sábanas y el ropero tenía cada prenda de vestir repetida siete veces. Me llevé un susto aterrador, me sentía como en el cuento de los siete enanitos o peor aún en el de ricitos de oro y los siete ositos. Por un momento creí que un oso me saldría de la oscuridad y me comería.
Inmediatamente corrí a hacer una llamada de emergencia Don Tenorio, el señor que me había vendido la casa. Entre espasmos le conté mi terrible descubrimiento. Él señor tras escucharme fue atacado por una tos incontenible y fue cuando supe que algo me ocultaba. El pobre hombre temía contarme la verdad acerca de mi dulce hogar y que yo rompiera el contrato, pero tras varias amenazas mías me confesó la historia escondida en las paredes de mi mansión.
Resulta que ahí por muchos años vivió un científico español de nombre Ignacio Buenacara con su hermosa esposa Cecilia, también española pero más bien una mujer sin ocupación ni talento, mientras Ignacio consumía sus noches frente al laboratorio ella se dedicaba a perder el tiempo mirándose frente al espejo y en crear trucos para mantener satisfecho al marido que tras largas horas de insomnio buscaba calor en su lecho.
Así mantuvieron su matrimonio por largo tiempo, pero siempre existe un pero. Una noche Ignacio después de meditar mucho acerca de su vida sentimental consultó con su esposa que ya era hora de que ambos se buscaran amantes pues la relación se había vuelto monótona, la ayuda de dos amantes podía devolverles las chispa perdida. Cecilia enloqueció ¿como era posible que su amado esposo para el que ella vivía todo el tiempo planteara semejante propuesta? y tras un no rotundo le dijo__ ¡Si me vas a ser infiel tiene que ser conmigo misma querido! Entonces Ignacio se lo tomo tan literal aquel comentario que estuvo un mes encerrado en su laboratorio ideando la forma de clonar a su mujer y poderle ser infiel aunque fuera con ella misma. Fue una tarea muy difícil pues hasta ese entonces solo había clonado a monos y a su perro de la infancia el cual creo que fue el que me encontré disecado.
Después de dos meses y medio el experimento se convirtió en realidad. Cecilia al principio se mostró desconfiada pero aceptó pues no perdería a su marido por otra que no fuera su misma sombra. Ignacio logró clonar a Cecilia en siete idénticas a ella e incluso algunas mejoradas por pequeños detalles como lunares o el tamaño de los senos o las nalgas. Cecilia estaba satisfecha e Ignacio también, ahora tendría siete mujeres iguales en belleza en su cama y Cecilia tendría amigas para entretenerse en su soledad.
Pero como siempre tiene que existir el pero en la vida, después de un año él ya estaba obstinado de las exigencias de las Cecilias y las Cecilias de que el fuera el único hombre en sus vidas, incluso la Cecilia original ya era otra, influenciada por sus clones buscaba nuevas aventuras, su amado esposo se había vuelto obsoleto para ella. Ignacio cayó en una desesperación que no le duraría mucho.
En una de esas noches terribles de borrachera se topó en una cantina con Wendy, una francesa de origen africano la cual tenía la fuerza en la cama de veinte leonas juntas, sin pensarlo dos veces la llevó a mi dulce hogar y en las siete camitas se devoraron sexualmente. Sólo que después de tantos tragos Wendy se quedó dormida para presenciar la llegada de las Cecilias que llegaban en la madrugada.
Las Cecilias al ver a Wendy, una mujer bella, alta, llena de vida además de extremadamente sensual con su acento de Edith Piaf, enloquecieron, era una locura masiva, pues imagínense una locura duplicada por siete veces. Como conectadas por el mismo pensamiento tomaron a Ignacio y a su reciente amante llevándolos como tigresas a la cámara de clonación, el objetivo al parecer era clonarlos pero terminaron haciendo una ensalada de braunis francesa y española.
Las Cecilias al ver a su amado achicharrado lloraron tanto, imagínense un llanto repetido siete veces, con razón mi dulce hogar está lleno de humedad. Por lo que me contó Don Tenorio lloraron mucho y después varias de ellas decidieron achicharrarse junto con Ignacio y la sensual Wendy. Sólo una de las Cecilias sobrevivió a la clonación de achicharramiento, no se sabe por desgracia su paradero ni tampoco si sea la Cecilia original.
Después de escuchar aquel cuento infantil de terror, colgué el teléfono para reflexionar la situación, ¡En mi casa había ocurrido un crimen espantoso, posiblemente llegarían en algún momento los seis fantasmas de las Cecilias ¡Pero ya había pagado la casa y por supuesto estaba en oferta por aquel terrible antecedente! Después de todo me dije, soy una mujer moderna, no creo en fantasmas, así que cerré el trato y si, ya comprobé que no existen los fantasmas, hasta ahora no me han molestado, la única que me molesta a veces es la Cecilia sobreviviente que todos los sábados viene con un amante diferente a dormir en las siente camitas, mi dulce hogar es muy grande así que he pensado últimamente en arreglarle ese cuarto para sus aventurillas. ¡Total ni ruido hace y me cedió en un buen trato la maquina de clonación!
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