Consumo un cigarro a años luz de tu mirada,
de aquel recuerdo de tus pupilas marcando un compás cronometrado
y sentada a distancia contemplo el frutero que me observa desde la mesa.
Compartimos miradas cortantes que en silencio nos mutilan.
Las naranjas rebanan sus lágrimas mientras las manzanas se recortan el vestido de lentejuelas,
las peras se desnudan y presumen su figura que en nada se compara con la delgadez del tamarindo,
y las uvas solitarias brindan por la despedida.
Algo hierde, un recuerdo se desliza por las flores del mantel
y rememoro a nuestras sombras dejando al amor destapado en la cocina,
junto a las frutas allí adornadas durmió la madrugada,
ahí esperó al sol emerger de las llamas de la noches
y se vistió de moscas con zapatos de gusanos con un sombrero que deshojaba estrellas.
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