Detrás de la puerta de mi cuarto me asustan,
con sus múltiples ojos de canícas, de perlas que lloran el mar
con palabras que enfrían mis sábanas.
Se deslizan por mis pies, cuentan mis pasos,
me recuerdan la agenda del año pasado,
me abrazan con su capa agujereada,
me protegen de los tenues rayos de luna que se cuelan por mis sueños.
Desde la ventana me murmuran con su lengua serpentina las promesas que nunca cumpliré,
a través de las paredes sudadas festejan un cumpleaños más
se mezclan con mis olores,
inhiben a mis ojos que a hurtadillas buscan lentejuelas en la oscuridad
En mi nombre se beben los residuos de mis lágrimas,
de los hoyos del suelo emergen con sonidos,
como un despertador que cada mañana levanta la dura nieve que ha caído en mi pecho.
Espectros de papeles gimiendo desde sus venas de tinta, esqueletos de versos,
poemas incompletos, llaves cojas que extraviaron los ojos de la puerta, luces rotas en agujeros
raíces de caligrafía que se plantan en el inconsciente de mi pluma.
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