Al bañarme, miré fijamente la caída del agua; por debajo, me agaché; por arriba, me subí a una escalera; desde atrás, me alejé, por adentro del hilo de agua, me estiré; en los espacios de las gotas, paré el cronómetro. De momento, pensé, cómo me verá el agua a mí; fui por mi móvil y me saqué una selfie y se la mostré a la regadera.
Luego, me senté en mi compu y empecé a observar por todos lados a los usuarios que me leen cada martes: Nacen, crecen en la viralidad social, investigan de todo, toman conciencia de su poder ilimitado y democrático gracias al like, pero no, de que la Palabra se hizo carne y puso su Morada entre nosotros, aportan para la red, ignoran a los que no lo hacen, y mueren. De momento, pensé, ¿cómo me verán ellos a mí? Saqué mi selfie de la regadera y se las mostré… me ven como alguien que les dice algo como esto… cada martes.
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