¿En qué momento cruce su umbral?
No sé si fue cuando transité por un hoyo negro remolcada apócrifamente por un cohete inexistente oficialmente, o me subí de polizón a una nave extraterrestre amarilla, o tal vez fue cuando me arranqué la Imagen y Semejanza que tenía en mi corazón, y la puse en la maleta vieja del ático de la abuela donde guardaba los 10 Mandamientos
Al llegar a ese universo paralelo leí un letrero que decía: “Todo cuanto de tierra viene, a tierra vuelve, y cuanto de agua, en el mar desemboca.” Confiscaron mi estado de ánimo alegre, y cambiaron mi sonrisa por muecas sarcásticas de decepción continuada. Observé mis ilusiones tempranas en un telescopio parecido al Hubble que me encontré en el camino. Me asombré de no sentir nada al respecto.
Tomé retos inalcanzables que me mantenían en la lucha para no suicidarme. Consumí todo tipo de drogas para vivir sin suicidarme, me así a un amor turbulento y único para no pensar en el suicidio, acepté un trabajo sin vacaciones para no ir a comprar algo para suicidarme.
Busqué algo que me “hiciera el día” cuando yacía en una cama, enferma, vieja, cansada, para no suicidarme… creí que narrar la historia de mi vida lo sería, pero a nadie le interesó, ni a mí. Entonces, me puse a investigar cómo regresar a mi universo original, aunque, sabía que nos lo tenían prohibido, pero como siempre no hice caso. Y no sé cómo, ni por qué de momento me dieron ganas de llorar, luego, me alegré de mi infancia, y me enojé por ciertas cosas que había hecho… ya no recordaba cómo se sentían estas emociones.
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