Si en mi tálamo de fortalezas y cúpulas en las que la dinamita del tiempo cae,
tiembla y se lamenta el beso, la caricia del amor me anuncia cual será mi lecho.
Entonces las palabras esculpidas del silencio replican;
de los trapecios del abanico cerrado para siempre, cuelga una bailarina cual ángel de encaje
que ensombrece nuestros ojos.
En las sirenas del aliento el carbón dobla y entrega su alma al humo
y el temple de las rocas cede a la humareda de las estrellas, al vaho y al alma de la chimenea,
la ilusión de las flores ocultas.
Si en mi cumbre de soberbias boinas encorvadas, se agitan plumas entre los coros de las deidades,
la bofetada del amor me anuncia lo que será mi muerte entre las palabras esculpidas del estruendo.
De mis zapatos zarpan navíos hacia la arqueada espalda del horizonte,
y en los cráneos de mis sueños se transmutan elegías de gusanos.
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