Amor que estás prisionero en cada lengua,
en cada plegaria que nunca llega a la última esfera del rosario,
amor árbol quebrado que anheló ver en su otra mitad al compañero eterno
y repartió frutos a lo largo del tiempo hasta agotar sus semillas en los labios de cada día;
amor, apenas si me ha llegado una de las dulces gotas del prístino frutal que eras.
Ay amor gritan mis suspiros mientras mi aliento busca asirse a los talones del silencio
que se lleva consigo el último de tus frutos.
Ay amor, gritan los caminos que han dejado las lágrimas en su andar de retorno al pecho,
y gritan mientras procuran atrapar los racimos que le ofreces a cada embrión,
mas estas manos mías del dolor prestas como halcones,
que lanzan sus garrar contra la presa;
no pueden o quizás no quieren callar el gemido del hambre y la sed.
Ay amor, ya el silencio ha instalado sus anuncios en la casa, las pancartas y murales que
te proclaman como el sueño de todos, mas yo no te sueño, yo encarno en la vigilia tu ausencia,
mientras ando sobre cuerdas de mutismo cuando todo está a punto de estallar para decirme
que eres;
quel que ha olvidado sus ojos en las entrañas de las miradas del alba,
el primero y último peón que observó a Dios antes de partir a su prisión tras
los barrotes de filosas lágrimas.
Amor niño, peón que sueña con volverse árfil, el primero
y último en apostar sus canicas de azabache,
estrellas que han ocupado las cuencas vacías en los rostros,
amor, llanto recién nacido que vienes por túneles oxidados
ha resucitar las auroras.
Amor fantasma, primera y última piedra en la torre del juego,
sacerdote que oficia
y reparte desde el patíbulo los miedos que consumen la memoria,
amor condenado a desnudar cicatrices, a hornear pan de sangre
y azotes que el mendigo aclama en cada beso.
Amor pontífice ante los oyentes de incienso,
guía de las oleadas del espíritu hacia el aliento primigenio de las almas.
Amor niño fantasma oruga, pasos sin sombra que se pasean
por el rojo umbral del corazón,
fábrica donde se crean las cartas de corazones que sacrifican su sangre
en los besos guerreros.
Amor tablero y baraja que encierra las leyes, niño fantasma oruga peón
en el que ante el abismo de cada marco se ahorca para cederle
su corona a las damas rojas y negras.
Amor de los ejercitos, espada del árfil, herradura de caballos,
espejo obsidiana de la reina,
obsidiana acero del rey.
Amor, aquel que me ha olvidado o quizás
yo no quiero recordar en mi juego con el silencio,
en el que todos estamos escondidos, atados a los rincones
con nuestras fichas, cartas y leyes,
frente a un tablero, o quizás el esqueleto de un tablero
en el que la única pieza que permanece
es el corazón.
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