No fui al festival del Día de las Madres porque tenía muchas ballenas azules que diseccionar, ya las estoy poniendo en peligro de extinción, pero no me importa, en alguna de ellas, me dijeron que habían visto a mi hijo. No quería hablar con nadie, estaba de malas y despeinada, solo tenía una idea en la mente: encontrar a mi hijo.
Entré en todas las hendiduras de piel juvenil, hechas con navaja, cuchillo o algo filoso, tome la primera navaja que encontré; estaba ensangrentada, y me herí el corazón, ¡ya no aguantaba la presión del bombeo de la mente!, que me reprochaba lo que solo yo sé, pero, en ninguna hendidura estaba él. Mi corazón latía cada vez más rápido, quisiera encontrarlo y decirle cuánto lo amo, cuánto me importa, que siento tanto haberlo descuidado, pero ahora, solo quisiera encontrarlo y ya.
Casi no dormí, ni comí por más de 40 días, solo tomé poquita agua, y susurré, pues, tu eres mi esperanza, Señor, para seguir viva hasta encontrar a mi hijo. Fui de un reto a otro, de un lugar a otro, de una página a otra, y nada. Cuando fatigada me senté en la banqueta, vi caer a alguien de un edificio, se me sobresaltó el corazón, y pensé “¡Que no sea mi hijo!” Me levanté por inercia, y casi sin respirar me acerque a ver ese charco de sangre…
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