Para un brujo,
quien, dice, es valiente
Existe en el imaginario colectivo toda una serie de seres fantásticos, entes que facilitan la existencia, que complican la comprensión del mundo, que pintan de colores maravillosos y extraños los sueños…Seres que fascinan la vista, unos arrullan la noche, otros la roban, encantan con sinfín de instrumentos y fórmulas curiosas que muchos llaman “magia”. Ellos, ellas, dan sentido a nuestro existir.
La incongruencia habita en sus cuerpos, en ellos se escriben líneas y líneas de reclamos, de peticiones y reproches. Se dibujan en ellos los deseos y miedos de los otros, nosotros. Son declarados culpables de todo y de nada, acusadas de delitos imaginarios, condenados y condenadas a morir en el olvido de la razón o entre llamas y lapidaciones lideradas por temerosos.
Seguro tus padres alguna vez te hablaron de ellos, los abuelos te contaron de sus historias, alguien te dijo que serían leyendas, mitos solamente, alguien más insistió en la precaución, incluso en el respeto. Pero hoy quiero contarte de una curiosa especie de estos seres.
Pertenecen a ambos géneros, sin embargo, es más conocido el género femenino. (Cabe mencionar, que las características a enumerar a continuación son compartidas por ambos). Se dice que hechizan con palabras, que van por la vida con la vista al cielo, a la tierra cuando les da por pensar. Cuentan que su mirada encanta, ellas lo saben, por ello evitan encontrarse en los ojos de los demás, huyen ante los intentos ajenos por buscar su mirada, sabedoras de lo que puede causar…
En ellas uno puede encontrar la paz, el caos, el sol, la lluvia, el mar, el bosque, la arena, las hojas, la vida…la muerte. Son la inconsistencia, nunca se sabe bien a bien qué sienten, lo qué piensan, en qué universo lejano habitan por instantes, van y vienen. Brincan de sentimiento en sentimiento como en la rayuela. Cuando crees que ya están cerca, o que te pertenecen, una tormenta interna las arrebata, pues se han enamorado de ese tornado interior, de alguna Ker que vive en ellas, paradójico ¿no?
Las madres debieran advertir de su presencia, instruir a los hijos, prevenir de las artes que despliegan ignorando que lo hacen, esa inocencia, ese despiste e inconsciencia es lo que las hace más peligrosas. Es peligroso enamorarlas, casi imposible, uno tiene que asemejar a su profunda pulsión de muerte; si se logra tal odisea, es preciso mantener el equilibrio que ellas no poseen, ser paciente, no dejar caer el ánimo cuando desaparecen, comprender que su ser inestable jamás llegará a la cordura…es preciso no perder la cordura. Lo más arriesgado es enamorarse de ellas, es un acto suicida, se requiere de lo anterior pero con mayor voluntad para entrar y no perderse en el laberinto que es su mundo. Insisto, las madres debieran advertir a sus hijos, pues si uno entra, es poco probable que sobreviva o que salga sin rasguño alguno. Sienten con locura, se desbordan de sí, eso es lo que encanta… lo que mata. Si alguna vez encontraron a su Ker fuera de sí mismas, es complicado que quieran salir de ahí…paciencia, se requiere paciencia. Estar seguro de que uno quiere esa vida, que está dispuesto/a a entrar, es más que indispensable. Verdad que las madres debieran advertirnos… pocas veces pasa, en ocasiones ellas mismas son brujas sin darse cuenta…
Da la mala fortuna o buena, no sé, que desde pequeña descubrí en mi cuerpo las líneas de bruja.
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