Puentes del silencio al silencio, compuertas de soledad a estrellas que nos dan la espalda ,
umbrales entre la soledad y el fuego del gentío al otro lado del río;
Largas noches desenredándose de un ovillo de angustias, esos retazos que nos unen y nos separan,
pero dime si hubieron palabras, o no las hay ni las hubo, y fue todo un truco del lenguaje
divirtiéndose en los labios, riendo a crear caricias, miradas ingenuas de niños azules que desafían las soledades.
Largas noches sin alma en los faros, mares aquietados murmurando un sueño que despierta
a las estatuas que no nos reconocen, umbrales, soledad y gentío y yo buscando serpientes en la cloacas
para envenenarme de sueños.
Senderos intransitables entre tú y yo poblados de palabras que como una niebla están próximas a desaparecer
con la luz del sol, extraño lenguaje que habla como el agua y llora como un fuego en las miradas, y levanta los
campos, los mares y las horas con un susurrado viento que traspasa al corazón .
Todo cae cual hojas en este gran silencio que es más grande que otros, más hondo y más vivo en su muerte
y que aún vertiendo sus huellas en los regresos que nos dividen, nos deja cicatrices de luz
en las veredas nocturnas.
Una ventana rota por esas cosas de afuera que nos duelen, deja entrar los recuerdos,
pero estamos sin palabras, amando en un lenguaje mudo que se inscribe en la miradas.
Tengo el corazón apretado entre el pecho y todo lo visto en los muros del sueño.
Somos habitados por ecos y resplandores, la silenciosa urgencia de mirar sin miedos
a ese ardiente surdor del alma que nos rebasa.
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