“Era Rodolfa una rena, que tenía la nariz roja como una grana y de brillo singular, todas sus compañeras se reían sin parar y nuestra buena amiga, no paraba de llorar. Pero Navidad llegó, Santa Claus bajó y a Rodolfa la eligió por su singular nariz.” Gracias.
−Y ¿Dónde está el conflicto? −Gritó una voz masculina, algo soñolienta del fondo de salón en donde los niños de segundo de primaria leían sus cuentos de navidad. Todos volteamos a verlo, el señor se incorporó en su asiento, hizo una mueca de risa forzada y carraspeó. La niñita le dijo, y todos volteamos a verla.
−No sé exactamente a lo qué te refieres, pero no se te hace horrible que se rían de ti todo el tiempo, y pasártela llorando siempre. Y por qué, por tener un brillo singular, mi maestra me dijo que eso es, que ningún otro lo tiene, te imaginas lo que ha de sufrir todo el año, pobrecita, por la envidia de todos los demás renos, pues ellos no tienen canción, porque su brillo es como el de todos, ¡qué bueno que en el Polo Norte no hay bullying! ¡Me gusta que sea nuestra buena amiga, ¿tú tienes amigos?
−Sí, sí tengo. −Contestó molesto, y todos volteamos a verlo a él.
−Entonces tú no tienes un brillo singular. En qué trabajas.
−Soy escritor. Podemos continuar.
−Sí, pero no te enojes.
−No es eso, sino que se trataba de leer un cuento hecho por tí, y no leer una canción popular. −Le respondió el señor con tono áspero.
−No, porque ese era un Rodolfo y mi cuento es de una rena, dice Estrellita, su sobrina, que eso hacen los escritores. –Hubo risas en el auditorio; el señor solo apretó la boca y dijo amablemente: No todos, ¿a ti qué te gustaría que hubiera pasado con Rodolfa?
−Que Santa la hubiera escogido por algún mérito suyo, como por su velocidad, esfuerzo, constancia, y no porque tenía una nariz roja, qué quien sabe por qué la tuvo así. Dice mi mami que porque así lo quiso Dios y que Él nunca se equivoca. –La maestra de ceremonias se levantó a toda prisa y nerviosamente le dijo auditorio: Un aplauso para Marianita, ahora viene Estrellita.
−Por fin mi sobrina, ese sí es un cuento. –Lo dijo con un suspiro de alivio el señor.
−¡No! Queremos saber qué pasó con Rodolfita. −Habló Estrellita con aire autoritario.
−Pues hubiera querido ser como todas las demás. –Le contestó Marianita con la voz entrecortada.
−Pero, quién guiaría el trineo sin su brillo.
−Pues que le pongan focos más brillantes al trineo. –Le respondió. Mientras el señor se llevaba las manos a la cabeza.
− Tú serás una buena escritora, ahora continuemos con las demás. −El tono de voz del señor se oyó forzado. Al bajarse del pequeño estrado, a Marianita se le cayó el gorro de Santa Claus y se le dejó ver su cabecita rapada al cero, hubo un silencio sepulcral, la mamá de la niña le levantó el gorro se lo puso en la cabeza y la maestra le tomo de la mano para llevarla a su lugar; la niña vio al señor le sonrió y le dijo “¿Ya entendiste dónde está el conflicto.”
F I N
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