Uno siempre vuelve a los viejos sitios donde amó la vida. Mercedes Sosa
Regreso al fuego de las velitas como el deseo que regresa al corazón, sopla y ora.
Hay en ellas un palpitar de cometa que recorre el espacio infinito del anhelo,
un milagro hecho mirada que al abrirse muestra el interior de la canica,
la sonrisa de clavel desnudo en el rostro del recuerdo, de ese tiempo en el que pedir
era cumplirse un sueño, dar a luz muñecos con los ojos color océano y labios de volcanes
y rostros de destellos y arcoiris que suspiran en el alba.
Regreso a ellas como quien busca el silencio de los niños cuando nos miran
desposeídos y ausentes en la espera del momento para desatar las alas de un nuevo mundo
en un año más de soldados de plomo, de aviones de plástico y el pregón de la ambulancia
que rescata regalos rotos.
Tengo las manos desvestidas, tengo el hielo de los ojos expuestos al fulgor del cielo,
los labios desarropados del cansancio, soplo y oro y vuelve la esperanza sin frenos en mi regreso,
está cantando confetis, sentimientos como pompas de jabón,
he encontrado el camino dentro del camino,
los vestigios del vuelo que reviven en el despegue de la inocencia en esas pequeñas
antorchas que proclaman la libertad de soñar.
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