Tejo una bufanda de besos para tu cuello,
los colores de sus hilos son de pigmentos naturales.
Extraigo el plateado de las estrellas que por accidente caen en mi ventana
y me comparten sus secretos antes de expirar.
El rojo viene del roce de nuestros corazones con constante gotera de delirios.
El dorado es extraido de los cachitos de los soles de nuestros amaneceres
en los que que tu mirada es ave que se arroja a los cielos.
El blanco es un martirio porque hay que tallar los filtros de la luz por las ventanas
y la luz de invierno porque es más blanca.
El color negro abunda pues lo exprimo de las nostalgias que esparce sus semillas en las noches
y crecen en cualquier jardín y en la seda que oculta a los cometas.
El verde sale de nuestros abrazos a medianoche cuando el mundo sueña
y tú y yo somos una misma nota de silencio en el sueño de la luna.
El naranja me lo da tu risa cuando me ve llegar y pícara se escabulle
por mis faldas la piel donde convertirse en carcajadas.
El azul tiene su origen en aquellos ratos de silencio en los que un ángel grita en los sueños
y en medio de nosotros proclama un nacimiento en otro mundo.
El amarillo vuela de los girasoles que siembras en mis sonrisas cuando me besas.
El rosa como la rosa nace del vacío de los recuerdos que no quieren morir
y vienen de la infancia como moldes de futuros amores.
Así mezclo muchos hilos de todos los colores con agujas que me pinchan como insonnio,
y junto remenbranzas y me voy quitando hebras para abrigar la soledad de tu piel con besos que tejo
y no parecen terminar.
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