Invade la luz el jardín celeste y despiertan, abren sus pétalos
las flores de nubes a un nuevo siglo.
En el centro del jardín la rosa luminosa despierta uno a uno sus pétalos adormecideos,
abre su corola inmensa y mueve sus raíces de luz hacia la tierra.
Hermosa se deja visitar por las aves que llegan alto para alimentarse de la fuente de sus ojos.
Hermosa es como un abanico que mueve a sus hermanas las rosas de algodón
hacia los horizontes del cielo.
Todo el cielo crece y de sus hoyuelos nace el viento que refresca al mundo,
todo el cielo es un paraiso que manda sus frutos con la lluvia y sus hojas con la nieve
con corazón de nuestra rosa luminosa que desde su tallo propulsa la sangre hcia los senderos celestes.
Es una virgen amarilla con su velo de pétalos y brazos de espinas que no lastiman al herido
sino cobijan y lo alimentan con el rocío de su sangre.
Nadie la adora, ni las mariposas, porque nadie puede llegar tan lejos a donde habita,
mas todas sienten su gracia y milagro en la piel del amanecer.
Nace y crece inmortal rodeada de nenúfares que se deshacen en el agua.
Vive rodeade por los pétalos del loto que es el jardín del máximo emperador.
Pero también es mortal porque regala cada día un pétalo de vida de su vida eterna.
Y deja que caigan a las hondas manos de la tierra que están para recibir su dicha.
Y también muda de forma al mediodía cuando deja que su luz penetre las heridas de la tierra,
para así ejecutar su milagro de sanar.
Y cuando en la tarde su claridad se vuelve rojiza y ella sabe que viene el adiós,
lanza su piel despojada como lo haría un árbol de fuego
dando de comer a la tierra sus hojas de corazones.
Es cuando más hermosa se muestra la rosa luminosa,
cuando se igula a todas las rosas del mundo que dejan sus huellas de pétalos
hacia la madriguera de la noche.
Así nuestra reina después de haber dejado en el pico de los pájaros su aroma y dulzor,
se va a encerrar en el hoyo inmeso de la noche, que como nueba noche con sus plumas negras oculta
a sus embriones con la buena tierra que en la oscuridad de su piel protege a sus semillas.
Así las nubes cierran sus pétalos, se guardan la luz dormida en el pecho
y protegen la caverna de cristal del viento que resguarda a nuestra rosa luminosa.
Nacerá, nacerá de nuevo. De los cascárones rotos de su pétalos volverá mañana al mismo
sitio en el jardín celeste, y con sus hermanas las rosas blancas nos dará su vida y su muerte
en la tierra alzada y divina de luces.
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