Cada día la pared es más alta, más ancha y se interpone entre nosotros,
va volviéndose un puente roto, un abismo que nos separa, una canción del eco
y una nueva piedra ciega que se aumenta como desafiando al tiempo.
No tiene hoyos la pared ni puertas, ni ventanas, es una pompa de jabón cerrada a la luz del mundo,
sin un agujero siquiera en el que puedan mis ojos desafiarte y ver lo que haces en ese universo tan
distante del mío.
Ninguna entrada o salida tiene ese muro de ensueños y velos, de rocas y restos de mares
que nos dividen en órbitas diferentes,quizás alguna fisura o herida en su cuerpo por donde se cuelan
mariposas de luz seca y de polvo, raciones de tu alma que me alimentan.
Nadamos ambos en nuestros espacios, en nuestras placentas dentro de nosotros mismos y nuestros
colares de polillas,
y ausentes para esas raíces que hablan a través de nuestros labios dispuestas a fecundar al mundo de
nuestros silencios.
Vamos dando vueltas por el discurso infinito de las estrellas, impenetrables somos el uno para el otro,
volamos separados a través de los mares de nuestros ojos que se nos muestran turbios
y todo esto con la pared en medio cada vez más parecida a las ruinas de la Torre de Babel,
en la que pájaros obreros reconstruyen canciones de sus antiguos miedos.
Yo sólo quería escucharte sin el esplendor ni las armaduras de tus palabras.
Pero cada día me voy vistiendo más de cal, me construyo caparazones de concreto para olcultar la voz,
la luz que en mis ojos me guiaba a los tuyos se va haciendo un hilo de araña en la pared.
La pared crece, se multiplica en ecos, enseres del silencio que juegan con mis palabras
que tan filosas son como el reflejo de la soledad y del miedo a dejar caer al corazón
a ese pozo de tus manos,
cruel vislumbre de mi imagen frente a tus ojos que aún me recuerdan y en los que se perciben todas
las paredes que se le interponen al cuerpo de tu alma.
La pared envejece pero entre arrugas sigue cumpliendo su misión de fortaleza,
mucho le cuestan a mis palomas mensajeras traspasarla.
El tiempo crea amores en sus muros y tenues hojas surgen como corazones del silencio.
Mas la humedad de mi dolor amansa sus rocas, poco a poco mis lágrimas besan sus pies
y se que un día ha de llegar para su muerte y para que frente a nosotros deje rodar sus palabras
ocultas y para que desnudos e indefensos nos levantemos sobre sus ruinas.
Y entonces no habrá roca que me proteja ni como arma ni escudo,
escucharás mi estruendo y mi lluvia cobijará pájaros en tu ventana,
entraré a tu pecho , desvaneceré el miedo de mis rocas
y entrarás a todas las puertas de mis labios para rozar sus palabras.
Cuando la pared muera la enterraremos, sus ruinas serán el epitafio del silencio
y en nuestra realidad desnuda no habrán luces ni sombras que detengan nuestra carrera del corazón.
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