Me has llegado de lejos como un espejo roto en el que la luz intenta reconstruir su rostro.
Te llevo conmigo hiriéndome las manos con tus cristales y en los momentos más difíciles
cuando el aire se me clava adentro como una flecha que se jacta,
tú sustituyes a la luz del sol y del agua,
de la luna me salvas la ceguera clavando el daga de tu brillo en mis ojos.
Recontruyes en tu superficie quebrada y cristalina los pedazos de mi cuerpo,
me veo como realmente soy, siempre rota, alma creada a medias por el cansancio de Dios
pero que vaga buscando esas alas que nunca tuvo.
Entras por la ventana, sol fragmentado, reflejo de mi corazón expuesto a la cara de la mesa
donde aviento sus fichas de rompecabezas,
me alumbras cual esclavo que desafía a la noche liberando tus grilletes
y por segundos puedo poner ladrillo sobre ladrillo levantando la torre de mi imagen.
Espejo oculto de la luna,
en tis se reflejan todas mis sombras, mis heridas que encienden de antorchas la inmaculada piel de la noche,
espejo que cuelgas de la oscuridad del cielo, espada de luz donde expiar mis deudas.
Te escabulles por el filo de la puerta, mi luz mutilada y moribunda sobre el piso
pero que pese a todo se levanta y aferra a mi lecho para despertar entre mis manos
como un puño de sal en el que mi mirada se multiplica y encuentra refugio del azote de la oscuridad.
Me aferro a ti luz rota, fragmentos del día y de la noche alumbrando mi bolsillo como una limosna
en donde se torna en fortuna mi miseria y contemplo la misericordia de la vida
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