La luz entra en tus ojos rompe el cascarón del cristal donde estoy yo, pura, lejos de este mundo,
a una distancia en la que no me reconozco, en la que no soy, no he nacido.
Entra la luz y algo nace, una puerta que la acoge, el mar de tu mirada se encoge en una flor de espuma,
su cielo, sus nubes, se hacen todo olas.
Detrás de la puerta iluminada estoy yo, sembrada en el umbral
como una semilla que la tormenta arrastra hacia el mundo.
Estoy plantada en tus ojos como una imagen que goza vivir su reflejo,
como un árbol que mira hacia la ventana de la casa creyendo que es el horizonte.
La luz entra en tus ojos y yo estoy a punto de nacer, los frutos en las manos del tiempo se iluminan,
el instante deshuesado cobra aliento, tus ojos se abren como un cielo que me acoge,
como un nube, soy una flor de espuma celeste que se siembra en tu mirada.
Estoy enterrada en tus ojos, en su tierra fértil de paisajes, cerca crezco de tu esencia,
de la ilusiones que el espejo de propia luz proyecta.
Ahí sueño mi sueño, ahí soy mejor porque no he nacido al mundo proyectado,
soy reflejo en el estanque que observas y voy disuelta en olas.
La luz entra en tus ojos, tus lágrimas se hacen de rocío sobre mi piel de pétalos,
crezco hacia adentro, de mi tallo hacia adentro de tus ojos, soy la flor que nace en el fondo de la tierra.
Entra la luz en tus ojos, rompe su tierra, echa raíces en sus hoyos más oscuros, el tiempo se abre como
una rosa plantada en el instante, todo se ilumina, transito caminos iluminados que alzan sus tallos de
roca al cielo.
Tu mirada amanece como un sol enrojecido en la blanca espuma de la nada,
como una granada que se abre y muestra la sangre de su alma.
Entra la luz, todo se rompe, yo me rompo, caígo como arroz de luz disuelto en el viento.
La tierra de tus ojos da vida, su café florece en rosas de café que atrae a mi boca cual mariposa roja.
El aire se deja de escuchar, un segundo su aleteo se detiene, la luz con su cuerpo de serpiente
se adentra en tus pupilas, se desvanece y queda hecha huesos, vestigios del día.
Nazco, me condenso en el aire, mas mis huellas de oro aún yacen ahí,
en los senderos sin límites de tu mirada, donde la luz también sigue su rastro
para hallarse a sí misma.
La luz duerme en tus ojos, tus ojos la tapan como la marea a la roca dentro del cofre del cielo.
La luz sueña, tú la sueñas, yo sueño que aún estoy en el útero de tus ojos,
siempre acogida por los brazos de tu mirada que esperan mi nacimiento.
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