Esa noche no actuaría, pero quería que la escenografía fuera perfecta.
La reservación estaba hecha, los detalles cuidados al máximo, una vela, música, el lugar perfecto.
Servirían la comida predilecta de Sara, acompañada por dos copas de vino. Samuel entregaría un pequeño estuche y en la nota: la pregunta más esperada por Sara, desde hace ya varios años.
Al cuarto para las ocho, Samuel llegó al lugar: su traje impecable y en su piel impregnada la loción favorita de su amada.
Una hora pasó, el mesero le llevó una nota que decía: Samuel, es el momento de alejarnos. Adiós.
Encendió la vela, abrió el estuche, e introdujo la sortija en la copa de vino. Invitó a una pareja a sentarse en su mesa y disfrutar la romántica cena. Corre por mi cuenta dijo, después de todo, la función debe continuar.
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