Se pasea por las calles que pisaron millones de ancestros sin nombre. Penetra en cada poro de piel con el que se encuentra. Vagabundea por los adentros del espejo urbano, lo limpia y refleja lo que está ahí. Sociedad, estructura sin alma que detesta la fragancia del que busca la sabiduría, del que ama vivir en libertad, del rebelde, del individuo que se niega a tragarse opios ideológicos.
Fragancia que insta a tomar control del propio destino, que provoca un amor propio tan intenso que destruye todo lo que la sociedad ha implantado en la psique. Extracto de la materia y el alma. Aroma intenso pero tan vulnerable cómo una flor en el paso de la muchedumbre.
Esencia de nuevos colores, flores y valores. Esencia de quien renuncia al pasado y a rituales vacíos, de quien no teme cuestionarlo todo, de quien renuncia a la comodidad a cambio de lo auténtico, de quien no se preocupa por llenar la casa de muebles sino proveerla de un dueño que la habite, de quien busca vivir con intensidad y fuego, de quien tiene un impulso hacia lo desconocido, cómo el río cuya fuerza lo lleva al mar.
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