La copa del mundo desborda sus aguas desde las nubes,
reparte su clamor desde lo infinito, adonde nuestros dedos no
pueden llegar, sus fuentes inalcanzables a nuestras manos se
desbordan en la respiración del cielo.
Su agua es de oro celeste, gotas que fueron estrellas y ahora son
peces nos pronostican la derrota del hambre espiritual.
La copa del mundo está en un templo custodiado por cíclopes que la
llenan de mares con su única ánfora, óraculo que provee de males y
victorias por igual y con su espada de luces vence a la oscuridad.
Todos quieren tocarla, a la copa del mundo, es trigo y maíz, café
tostado, es pan y canto que pregonan las flores que abren el alba. No
hay quien no quiera su rocío.
Fuego concentrado en una esfera, levanta y duerme al mundo,
la humanidad se congrega frente a sus llamas para esperar los
nuevos milenios. Cáliz del comienzo y del fin, las águilas lo sostienen
como un nido que en cada aurora engendra a las aves.
De la copa del mundo los hombres han hecho una copia con oro
extraído del comal de la tierra y solo unos pocos pueden correr por
los campos llevando entre cadenas al gran astro. La gente grita,
derrama lágrimas y sudor, el público la colma de sales.
El astro de fuego corre y cae atrapado en una jaula o en otra, todo
sea por calmar el apetito de luces, risas y juegos en los que el hombre
cuenta y pierde la vida.
Solo un hombre o unos cuantos podrán portar la copa del mundo,
vasija de cuerdas que mueve nuestras plegarias,
serpiente emplumada y en sacrifico sobre el verde trigal.
Frente a los ojos de miles, quienes no osen tocarla arrastrarán las
cadenas del polvo de la luz.
Ah, hombres que piden un clamor artificial de luces y fuego,
agua que el viento se lleva, una sola y pequeña gota de ese cáliz
cuando hay uno en el cielo que vierte sus pociones para encender
el trino de los pájaros y el vientre de las flores.
Uno que tiene sal y azúcar para todos, ese que de la piedra del niño
crea un astro aun mayor.
Ah, hombres ¿por qué llorar cuando la copa del planeta se nos
escapa de las manos si hay una que derrama sus cascadas en el aire y
sus luces, risas y juegos son cantares que a todo inunda?
Cada hombre la portará algún día cuando se haya despojado de
sus plumas en estos campos del nacimiento y muerte, estoy segura,
después de que termine el gran juego de la vida.
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