Desconciertos que solo el resplandor del candelabro serena,
la untuosa inspiración y su cortejo floreciente de tintas negras
que deleitan a los espíritus se escapan.
¡Suena el pleito! El réquiem envilecido
con sus licores que embriagan el alma,
la confusión de un instante
donde el vagabundo se nubla de incertidumbres.
Oscila, vacila, su canto se tuerce,
desgraciadas intuiciones
en búsqueda de una plenitud aún dormida.
Y mientras languidece bajo el yugo de la pluma opresiva,
el centelleo elocuente renace
hasta que el soplo poético en éxtasis transporte su coro
a los senderos de la gloria
acariciando los vaivenes líricos,
dulces impresiones que la imaginación reconquista.
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