Por Jorge G. Zarza Spíritu.
Estando en un viaje de exploración de líneas de aceite de pozos petroleros en el Golfo de México, una repentina tormenta volcó la nave. Los cuatro tripulantes fuimos arrojados al mar. No vi a ninguno entre las olas, los había perdido. Me así a un bulto que estaba flotando, el agua estaba helada y yo temía por mi vida. Encontré una boya, me acerqué y al intentar abordarla, fui golpeado en la cabeza por ella, pero logré alcanzar la escalerilla y subirme. Golpeado, confundido y helado, sentía que la cabeza me explotaba por el ruido de la campana de la boya a cada repique.
Un extraño ruido sordo llegó a mis oídos y taladró mi cerebro atormentándome. Así pasaron las horas, luego el sueño me venció y al amanecer la calma volvió. El ruido en mi cabeza no cesó, lo atribuí al golpe, al hambre y al frío que sentí. Me di cuenta que mis compañeros de viaje no estaban conmigo ni parecía que estuvieran cerca. Traté de recordar los sucesos para deducir su suerte, me pregunté si podría localizarlos, si se salvaron o si me estarían buscando.
─Tus otros acompañantes se salvaron, y están a la deriva sobre los restos de la cosa en la que viajaban ─escuché o creí haber escuchado, la cabeza me daba vueltas.
Sacudí mi adolorida cabeza y reconocí que era un buen deseo pero que de ninguna forma lo podía saber tan contundentemente. Me pregunté si nos están buscando los rescatistas al tiempo que miré al cielo.
─Sí, los están buscando, pero aún se encuentran muy lejos del lugar donde cayeron.
Nuevamente me dije que eso no lo podía saber, pero sería muy bueno tener esa certeza.
─Confía y resiste, otros ya vienen por ustedes. Sin mucha reflexión, me pregunté, con cierta inquietud: ¿Por qué a cada pregunta que me hacía, me daba una respuesta en segunda persona, que además me parecía escucharla más que pensarla?
Voy a hacer algo para hacerme notar por mis compañeros ─pensé─, tal gritar vez o sonar la campana y volteé a verla.
─No tiene caso usar tu voz, no te van a oír los otros, y si tienes con que golpear “eso” debes saber que siempre hace ruido por el simple movimiento del medio.
Creí que estaba confundiéndome entre mis pensamientos y el deseo de que fuéramos salvados, porque ya oía “voces”. Decidí relajarme y esperar a los rescatistas.
─ Voltea y ayuda a otro que está en el medio cerca de ti. ─con claridad escuché.
Abrí los ojos, y vi sobre unas tablas a uno de mis colegas quien estaba exhausto, pero reaccionó al oír mis gritos y lo ayudé a subir a la boya. Aterido de frío se quedó dormido recibiendo el calor del sol.
─¡Ya vienen, ya vienen por ustedes!
Desperté al escuchar estas voces en sueños y vi que un bote de la guardia costera estaba haciendo maniobras cerca de la boya.
Ha pasado un año de aquel suceso, y no volví a navegar por esas aguas. Todo aquello quedó en el recuerdo.
¿Qué sería lo que me estuvo acompañando y alertándome en aquel trance?
Amigo lector, ayúdame a terminar mi historia:
a) No cabe duda que tengo un ángel que me cuida.
b) Tengo una capacidad extraordinaria de escuchar rumores o sonidos de baja frecuencia, pero las voces nunca las he vuelto a escuchar.
c) ¿Quieres dame tu opinión?
Agradeceré la respuesta a: jorgezarza@zarzaconsultores.com
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