Un día Damián fue al campo con su hermana Juliana, jugaban en el campo cuando de pronto apareció un monstruo que jalo a Damián llevándoselo hasta el rio donde lo destrozo y devoro ante el espanto de su hermana, quien desde entonces muda se quedó. Era una mañana de otoño, cuando sus padres acudieron a mí, por ser el mejore cazador del mundo y ante su impotencia de poder dar con aquella bestia. En otoño yo solía descansar después de alguna cacería, en las cabañas cercanas al rio, donde se conserva aquel ambiente en que la naturaleza crece a la par del hombre, asi crecí y me forme. Me abordaron relatándome como esta bestia con cuerpo de oso, patas de lobo, dientes y garrar del sable cenozoico había dado fin a la vida de su amado Damián ante los desgarradores gritos del niño confundidos con los de su hermana quien como pudo, escapo llegando a la casa donde aún alterada de su boca no salía sonido alguno, desesperada con señas nos dio a entender lo sucedido, corrimos al rio, donde solo sangre encontramos y algo de ropa dentro del agua aquella fatal tarde del deceso.
El monstruo se esconde muy bien, pareciera que olfateara el peligro y no se le encuentra. Truenos estremecedores en el aire se escuchaban esa noche que subí a la cima de aquella montaña. Recorrí el bosque y esa noche el campo tenía un aspecto siniestro. Sentí la necesidad de prender una fogata, al instante, no me importó llamar la atención de algún morador, pues el paisaje a obscuras no resultaba nada grato, los troncos de los árboles secos me engañaban con sus sombras que parecían guerreros competir entre sí, dibujando el paisaje para amedrentarme con otras figuras de gigantes que se dibujaban amenazantes pasar y hacerme desistir de cazar al monstruo que habitaba en estas montañas. Este monstruo venía azotando la región de los huehueyotlas. ya de hace algún buen tiempo a la fecha, durante las madrugadas, azota la furia de la bestia contra el ganado , ha destruido las parcelas de mi familia. Ya no se esconde para atacar, ha perdido el temor a los pobladores, se presenta a cualquier hora. Su furia se acrecentó, ahora ataca a hombres y niños al por igual, fue más cuando sentí necesidad de cazarlo al instante que me entere de su desafío a mi gente. La ansiedad me había aparecido de pronto despertándome más fuerza entremezclada de furia después de enterarme que chupaba la sangre de sus víctimas, y dejarlos agonizantes con tan solo unas cuantas gotas de sangre en su cuerpo para que tuvieran una agonía lenta y dolorosa. La bestia había matado a otros niños, de esto, hacia ya un mes. Tuve que recurrir a algunas tretas para esconderme y no ser presa fácil de sus fauces hambrientas. La sangre se agolpaba en mi cabeza y me daba coraje sentir mis piernas y brazos temblar. De pronto en medio de la oscuridad percibí una mirada sobre mí y un seseo intermitente. Luché cuerpo a cuerpo con el monstruo y rodamos hasta un riachuelo. Clavo sus colmillos aprisionándome el cuello, entre mis piernas Le tomé su descomunal cabeza y le hundí mi vieja daga en lo que creí era su corazón, me desmayé, cuando creí mi triunfo asegurado, escuchando el correr el agua. Desperté recostado sobre un tronco. Una sed se apoderó de mí y a gatas caminé hasta el riachuelo. El reflejo me regresó la imagen de la bestia y trate de huir. Descubrí con horror, era mi rostro. Ahora tengo las fauces y la sed de sangre del que he perseguido todo este tiempo.
Huelo cerca, sangre de niños…
Impactos: 5