Dicen que tengo paranoia, pero, les aseguro que las experiencias de vida me persiguen, y me atacan todo el tiempo.
Me cortaron el cordón umbilical para conectarme el cordón de las experiencias de la vida, y no he podido quitármelo. No sé si cuando muera me lo podrán arrancar, o se quemará en el crematorio.
Primero pensé hacer negocio con mis experiencias, al fin y al cabo que, cuando muera, ya no voy a necesitarlas, pero me enteré que no cotizan en la Bolsa de Valores.
Busqué un Notario para hacer los trámites de heredarlas, pero me dijo que no hacía ese trabajo, porque nadie viene a reclamar ese tipo de testamento, y le ocupan mucho espacio.
Quise comprarles una fosa junto a la mía, pero cuando se lo pedí al administrador del panteón, me miró unos segundos, y se fue a atender un entierro.
Entonces, decidí investigar su paradero. Busqué a Sherlock Holmes para seguir sus pistas cuando las personas mueren. No me contestó, al parecer no le interesó el caso.
Contraté a un programador para que hiciera un programa que calculara la acumulación de aprendizajes, conocimientos, y experiencias vividas por todas las generaciones, desde Adán hasta mí. Pero, me dijo que para eso necesitaría las computadoras de la Nasa.
Hice miles de encuestas. Pregunté que cuando uno muere, sus experiencias vividas, a) se van a atizar el magma del centro de la tierra para que siga actuando la fuerza gravitacional de nuestro planeta, b) se absorben en un hoyo negro, para que cuando esté muy compacto explote como otro universo, c) se comen los gusanos hasta la última migaja de las experiencias humanas, y éstos a su vez se los devoran las ratas, las cuales ya no engañamos con trampas y venenos actuales. Solo el punto uno por ciento me contestó.
Si el gran Señor lo quiere, del espíritu de inteligencia será lleno.
Me duele reconocer que estoy atorada en mi investigación. Pero… no se lo digan a nadie.
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