De la piedra rota del perdón surge el agradecimiento
como de los ojos rotos por el filo del llanto, la flor que presencia a la eternidad.
La noche madre de las luces las retiene en los vientres de los faroles,
hileras de almas inmóviles en la espera del resplandor para regresar a las tinieblas,
de todo lo que brota oscuro surge el nítido andar del agua
y este momento de perdón por la muerte de rostro desconocido,
de senderos alumbrados y tan nuestros,
de reflejos que se reconocen al principio extraños
y después se saben hermanos en el tiempo.
La muerte como la vida portan el mismo semblante anacarado
dispuesto a asaltarnos en el fondo de las mareas del sueño
una y otra son la de esta calle hacia el amanecer de la noche
cuando esta se desnuda al despertar.
La noche siembra sus frutos de claridad que ha de segar la aurora
tras el velo de los montes y los mares, tras el crujir de nuestros pies,
La noche siembra de focos y cocuyos la húmeda tierra del corazón,
siembra botellas de mensajes esparcidos,
cabezas de budas que hablan semillas y cantan ríos
Camino y perdono la muerte impuesta que nos desenmascara
reconozco el instante nocturno,
reflejo del agua que eterna y oscura
está preñada de todo destello.
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