Te amo a ti que cual larva te has comido los recuerdos urinarios de mis arterias y te has bebido la simiente que encubría al corazón.
Ante la entrada de tus manos cayeron los pilares de mi pecho,
en una guerra que saquea la sal de mis pezones.
Tus dedos se devoran las lágrimas del ombligo que te observa con cautela,
tu mirada de hormiga arrastra las migajas de mi ojos derramadas en el coito
y tus poros se consumen el vino de este cuerpo que se ingería a solas.
Me importa lo que un soplido los ecos de mis pasos,
el futuro a tu lado es un grano de maíz,
hoy sobre las rocas de mi río tú izas tu bandera de sola estrella.
Tómame a cántaros o a sorbos, me importa lo que un suspiro,
¡pero tómame! con esos labios de grulla
picando y desatando los nudos de mi piel,
Me deleito en el olvido de quien fui,
en las huellas del nombre que me ancló,
me importa un latido cuando finges ser mi esclavo,
siendo el rey de mi locura.
Yo me enredo en tu cabellos cual polilla prisionera,
en tus mechones soy la espuma de las olas, los ecos del disparo
que desplumaron al quetzal, estoy en ti, como el vestigio del fuego
que se llevó a los muertos de mi panteón.
Y si te quedas o te vas,
me importa la vida, pero si eliges irte,
abierto esta el camino de mi espalda por donde corren un venado y un Jaguar.
¡Si huyes, no importa!
¡Siempre seré la oruga que fabrique su capullo en las sombras de tu carne!
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