Qué hay detrás de tus ojos
sino la muerte sentada en su trono de tierra
y semillas abriendo,
la muerte con los ojos volteados
y el cuerpo desnudo y el corazón de arena sobre las manos,
de arena roja, de sangre del mar,
la muerte con el cráneo de una rosa,
con alas de huesos , con perfume de vivos
y calzado de barro,
la muerte aullando con la luna atorada en el cuello
con su manto de cielo y sus siervos las almas.
Qué más sino la muerte mirando en éxtasis con los ojos blancos,
con la música que tus palabras tocan,
sintiéndose un poco viva casi a punto de nacer,
qué más sino la muerte llevada por su muerte,
repartiendo su dentadura a las palomas de Noé,
la muerte leyendo nuestra historia en su biblia ,
con su corona de rosas de papel
delante del espejo de la vida eterna,
la muerte y las gotas de su corazón en un reloj de arena,
la muerte desnuda que acaricia sus pechos y los colma de amor,
de ti y de mí.
La muerte riendo que se peina su cabellera de polvo,
de oro enterrado en el monte de su cráneo
y llamándome a morir en tu nombre,
la muerte que me brinda el paraíso en sus manos,
laberinto de huesos.
Voy, porque no hay más en tus ojos que silencio
y la muerte soltando al mar del caracol de su boca
y al viento de sus cuencas vacías,
niña que se oculta sonriente
bajo la mesa y esconde algo.
Y qué puede ser ese algo sino el confín
con todas sus aves en la piel y las islas en la mirada.
Voy porque no hay más en tus ojos
que música a punto de emerger del vientre de un violín
y muerte por aquí y muerte por allá dando hijos que pone a cantar
para ganarse el pan de la niebla
y de ello me alegro,
porque detrás de ese velo está la vida
haciendo piruetas sobre la cuerda del horizonte,
y detrás de ella, tú, llamándome a vivir
mientras me hundo en tus brazos.
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