Me invitaron a una exposición de figuras geométricas hechas con pequeños mosaicos de colores. Ninguna construcción era igual a otra. Pregunté por el autor, y me dijo el que cuidaba la sala, que eran de todos los habitantes del mundo. Le pregunté que dónde estaba el mío, y me contestó que estaba en la sala 479. Yo no pregunté cómo lo supo, solo me dirigí hacía allá, aunque había millones, reconocí inmediatamente el mío.
Cuando pasaba por las salas observé toda clase de cuadros, unos muy rojos, o pequeños, o grises, o sin forma, unos con partes iguales a otros cuadros, pero, lo que pude notar es que todos estaban llenos, no había espacios sin algún mosaico.
Vi la estructura que realicé, estaba en 4D, como todas, coloreada con muchos blancos y negros, en un extremo había colores tenues, y pocos fosforescentes. Puede ver todas mis decisiones, de una sale otra y otra, a veces de colores más claros y otras más obscuros; hasta que vuelve a cambiar de dirección la figura que va componiendo esa rama de decisiones. ¡Increíble que toda mi vida estuviera ahí! La comparé con un fractal que llevaba en mi libreta, y nada que ver.
Me quede ahí extasiada, hasta que anunciaron que cerraban la exposición en 10 minutos. Me quise llevar mi propio cuadro, pero como tenía detector no lo pude hacer; tampoco permitían fotografías.
Cuando iba de regreso a casa en el metro, observé con detenimiento a todos los que iban en el mismo vagón; casi podría adivinar sus cuadros. Me baje y recordé: “Ni en lo grande, ni en lo pequeño yerres, ni de amigo te vuelvas enemigo.” Luego, me puse a contestar mis whatsapp.
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