En una bodega de un barrio de la Ciudad de México, se encuentran ocho personas de entre 30 y 40 años de edad, 4 de ellos con doctorado, y 4 integrantes de la banda de los invisibles. Sentado en el suelo está Roberto, doctor en Aerodinámica, y premio en Ciencia y Tecnología; sentado en unos toneles está Isaac, doctor en Comunicaciones y Electrónica; a su lado, en una silla de madera a punto de caerse está Nancy, doctora en Astronomía, y parado está Carlos, doctor en Astrofísica y coordinador de proyectos de la universidad. Recargados en una pared están los otros cuatro, el ocu, el abretodo, el sangui, el meromero.
−Ya estamos todos Rober. Cuándo nos vamos –lo dice el meromero con tono desesperado, y pasándose la mano por el cabello.
−Ya no vamos. No va a funcionar –le contesta Roberto, con un murmullo que apenas se escucha.
−Mira Rober, si trajimos a estos cuates, que disque son tus amigos, fue para quitarte esa pinche depresión que te cargas por esa vieja que te dejo por su jefe, ¡y ahora nos dices que no vamos! −dice el meromero acercándose a él.
−Además, ya tenemos el cargamento de celulares, tabletas, para vendérselos a los del otro planeta, ya aquí en la tierra con tanta competencia no es negocio, ¿alguien de ustedes quiere uno?, se los vendo barato –comenta el ocu, mirando las cajas de mercancía.
−No hables de ella, meromero.
−Bueno, si ya no vamos a ir; Nancy y yo nos retiramos –dice Isaac levantándose y dirigiéndose al portón.
−Ustedes se sientan o los quiebro a los dos –les grita el sangui.
−¡Silencio todos! Te levantas Rober o te levanto, ahora demuestras o demuestras que tiene razón tu mentada teoría, y la mujer esa, ve lo que perdió. Acuérdate que tenemos un juramento de cuando tú pertenecías a nosotros, que si alguno de la banda nos necesitaba, íbamos a hacer lo que fuera por el otro; y yo no lo voy a quebrar. Vámonos a la universidad por el trasporte espacial. ¿Trajiste las llaves, Carlos?
−No es opción decir que no, ¿verdad? Además, No soy “cuate” del doctor Roberto, y, la nave que tenemos en el área de investigación es de un proyecto secreto, pero todavía no está probada. No sé cómo se enteraron. Solo necesitábamos un motor de ciertas características, y parece que en el área del doctor Roberto ya lo habían construido, y nosotros no sabíamos.
−También, nuestro proyecto es secreto, doctor Carlos –contesta Roberto, sin dejar de ver al piso.
−Pero, hay un problema, en la nave solo pueden ir 7, y somos 8 –dice el doctor Carlos, mirando a todos.
El sangui, saca su cuchillo y le corta el cuello al ocu.
−Ya somos 7. Vámonos.
Al llegar a la universidad, y pasar toda la vigilancia, en un sábado por la noche, logran trasladar el motor del área del doctor Roberto a la otra, sin ser vistos. Entran en una gran sala llena de computadoras alrededor, pero en el centro no hay nada. Y dice el doctor Carlos.
−¡Sí que son invisibles!, increíble que hayan burlado la vigilancia. Bueno, aquí estamos, esa es la nave.
−¿Cuál? Yo no veo nada, ¡no me vaciles, Carlitos!, o en estos momentos lo quiebro a usted también –dice el sangui moviéndose nerviosamente.
−¡No, espera!, lo que pasa es que no se ve, solo con luz infrarroja; déjame apagar esta luz y pónganse estos lentes.
Al momento aparece una nave espacial.
−Pongamos el motor, doctor Roberto, doctor Isaac.
Mientras ellos conectan el motor a la nave, la doctora Nancy ve una de las computadoras para saber a qué planeta está calculado ir. Los integrantes de la banda los invisibles meten tres cajas de cartón de huevo de celulares y tabletas, en apariencia robados, porque no se ven nuevos, ni empaquetados. Cuando terminan, dice el doctor Carlos.
−Pues subamos a la nave. Esta es la situación, para poder realizar este viaje se requiere mucha preparación, pero creo ahora es una situación diferente. Digamos, amenazadora.
−Así es, Carlitos, una llamadita a los otros de la banda y sabremos en donde viven tus seres queridos, y desaparecerían rápidamente.
−Sigamos, pues. Vamos a necesitar mucha energía, cuando inicie el viaje vamos a “jalar” toda la energía eléctrica de buena parte de los alrededores de la universidad. Se quemarán los transformadores, se ira la luz, y habrá un caos. Viajaremos por un gusano, o probablemente, logremos abrir un portal dimensional. Hay cálculos teóricos del lugar al que vamos a llegar; doctora Nancy, ¿ya revisó la información?
−Sí, en eso estoy.
−Bien. Estaremos ahí, con la inercia de la energía que ocupamos. Pero para regresar, tenemos que “jalar” la misma energía que ocupamos para ir. Esperemos que el planeta la tenga, si no, nos quedaremos ahí, hasta lograr obtenerla. Es un viaje suicida. Yo les recomiendo que no vayamos, todavía faltan situaciones por resolver.
−Si ya llegamos hasta este punto, yo voto porque vayamos; sabemos que nunca se van a resolver todos los problemas, ya tenemos la nave, el motor, y la información. Es una aventura única.
−Yo estoy con la Nancy, mi banda nunca se raja –dice el meromero pavoneándose por la sala.
−Además, ya está la mercancía en la nave –dice el abretodo caminando rumbo a la nave.
Se suben todos, se sientan en compartimientos individuales, se visten los trajes, se ponen los lentes para ver todo con luz infrarroja, y dice el abretodo: el Señor es mi pastor nada me faltará. Inicia la cuenta regresiva, y al llegar a cero, se va la luz en los alrededores de la universidad, y cubriendo la nave se forma un campo electromagnético, o algo parecido, y la nave ya no se ve.
Cuando despiertan los siete tripulantes…
C O N T I N U A R Á.
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