EVOCACIÓN A LOS MUERTOS DE MI CASA EN LA BÓVEDA DE VASOS

“Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
Al primer muerto nunca lo olvidamos”
Octavio Paz

Nombres suspendidos sobre un mantel blanco
parecen lentejuelas que alumbran los deseos,
ojos de velas pestañeando en las plegarias,
rostros y ecos  sobre papeles amarillos  que retrató en el tiempo la sonrisa y el llanto de mi nombre.
Les miro, batallón de muertos de mi casa,
custodiándome el aliento
y velando las huellas de mi andar en el angosto camino de la vida.
Les prendo velas no sé por qué sí son ustedes los que me guían con la antorcha de la luna
y los que bailan frente a la hoguera de nuestros cuerpos ígneos
esperando arrancarnos algún cabello que  colgarse de trofeo.
Los veo hechos agua, polvo y moscas sobre la superficie de los vasos que los nombran
y la cáscara de cal de sus ojos vienen a mis manos,
la humedad de la pared donde me observan extendiéndome una mano.
La brisa de una tumba me acaricia la frente, los oígo oficiar su misa  y chapotear  en el vino de las flores
Me viene a las manos el perfume de sus vidas ya perdido en los aromas de la tierra,
sus historias son tormentas en los vasos,
las cruces de palma, las estampas de los santos y el retrato falso de Jesús son el diván  en el que se                                                                                                                                                                           esconden sus almas.
Los asisto con gotas de cera,
el fuego brilla sobre la mesa,malabarista y acrobata que con sus manos agita sus ojos.
Sus ojos, ánforas que contienen todas las lágrimas de mi estirpe,
con ellas calman su sed del viaje hacia mi carne, tierra de mi alma.
Mi voz viaja como un muerto hacia el confín donde se hallan
y los despierta por un instante del sueño eterno,
mi saliva es mar en el que flotan sus huesos,
es un caracol que murmura sus hazañas olvidadas,
estos versos un reloj que intenta revivirlos con los relámpagos de sus manecillas.

Bóveda celeste, panteón de ojos, llueven sobre mi cuerpo el llanto de mi estirpe
y calman mi sed y el dolor de mi garganta para seguir recorriendo la vida.
Nuestra sangre será agua en los vasos de la mesa de Dios,
fuego diluído, maíz negro extraído de los lunares de la tierra, pan de agua.
Sigan lloviendo sobre mi cuerpo,
quiero sostener en mi manos los restos de sus ojos,
coágulos de cuarzo
y al finalizar mi plegaria tener en mis oídos el vestigio de sus voces,
amados muertos de mi casa, nenúfares del aqueronte.

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