Te perdono por arrojarme a lo incomprensible del mismo lugar
donde el camino es angosto estre muertos que se aferran a su antiguo corazón
y es deseo ensartarse en luz en los ojos inmóviles de la sangre es andar de corazones rodantes cuando van sin freno
cuesta abajo
hacia los templos a beber del suelo de la muerte,
a crecer árboles de frutos que darán más muerte
con semillas que después de dar a luz se vuelven piedras
en su felíz retorno al mundo del silencio.
Te perdono el silencio conquistador de planetas,
de cementerios y de casas
Te perdono lo Incomprensible,
por arrojarme como un lienzo
cuando tú eres verbo y mensaje que al batir sus alas levanta universos
Me has hecho adivinanza en el que máscaras juegan a nombrarse,
y cristal de la ventana por donde futuros actores son cazados
Me diste de reserva un espejo pequeño
que es bombilla en los salones de la oscuridad,
demasiado pequeño para dormir y amar.
Te perdono tanto silencio prolongado,
henchido de ausencia entre tus labios
capullo de palabras infinitas que debemos liberar de su metamorfosis
Por qué pedirme eso, tú, el hecho de aire,
exigirme las distancias, los sonidos de distancias en el pentagrama de silencios
en los respiros que no se reconocen los unos a otros en la necesidad de decir algo.
Tengo que perdonarte la interminable sinfonía
donde a veces dos notas se enamoran como en un juego
donde el amor tan obeso de plabras las explota
Por mandarme a poblar los desiertos de oasis con el fragil corazón del mar entre las manos,
porque he debido sepultar a los primeros peces de arena cuando sabía que el corazón sería roto,
y surgiría el mar y la sed.
Te he perdonado la ingenuidad de la niñez,
santidad perpetuamente añorada
los ojos frente al mar, los ojos de niños en ventanas que llaman a las sirenas,
ojos de tanques oxidados, econdite para la luna
perseguida por el jaguar apasionado por su aroma de conejo herido.
Perdono la inseguridad,
Las sirenas hablan de colores que sólo se ven con ojos de sal,
cantan cantos que sólo escucha el caracol.
Perdono la inseguirdad de venas de espuma y tímpano de fósil.
Camino y perdono
cuando somos la sombra del eco y el eco de la sombra,
cuando nos sentimos el crespúsculo de la luz,
la cinta en que las palabras de un extraño se despeñan
y pronuncian en el último suspiro.
Nunca me hablaste de nosotros,
nos hemos hecho con el molde de alguien más,
de deshechos del pasado.
Me diste rostros vacíos para los que no diste máscaras,
ojos que sólo ven la huella del carrete, el rastro de sangre de la aguja.
Me impregnaste espirales de caligrafía para crear al miedo,
y al sentirme asustada surgió la muerte,
miedo y muerte que edifican llanto sobre llanto .
Camino y te perdono al no quedar otro acto más
de sangre y lágrimas
Te perdono también el rostro de moscas
que todos traemos colgando del regazo como una doble cara del amor
por ponerme el mismo corazón que se desangra y mezcla entre ríos de papeles
Porque para igualarme a tí he creado tantos papeles como silencio,
tantos papeles como muerte
siguiendo sus senderos de tinta
algún río grabado para mis huellas,
para llegar a la otra orilla que es aquí
inalcanzable como presente,
solución a tu ausencia, río, máquina acuática del tiempo.
.
Te he perdonado el hueso en serie,
hueso que es número y letra en el verso de los años,
el ser hecho de un golpe,
reclamo de la tecla al caer sobre la página,
cojera de la llave que camina perdida y lentamente hacia un paraíso de puertas incompletas.
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