Desnuda tu mirada ante los reflectores de mis ojos,
en este escenario del tiempo
pues nunca más tendremos las mismas máscaras
ni el mismo papel aprendido que desempeñamos día a día.
Levanta el telón y deja que tu alma
baile estática por el espacio vacío de esta noche
en la que toda la luz de mis ojos se inclina hacia tu rostro,
déjala desplegar su sombra escondida en tus pupilas
y que cante su eternidad por un segundo
ante el público de mi alma
con sus rostros agotados que han terminado su vuelo en este acto.
Desnuda tu monólogo,
permite a todas las palabras
que el silencio ha escondido en su baúl
salir con sus disfraces destruidos.
Muéstrame el otro rostro de tu rostro,
ese que sin maquillaje me recuerda castillos de arena,
de nubes, de papeles y bloques que todavía construyen colores en la marea de la noche.
Muéstrame las lunas y soles que tu mirada en sus ansias de persistir ha grabado en sus muros,
ahora que el instante es nítido,
que la noche ha abierto una fisura en sus paredes
y la luz penetra e ilumina el escenario del encuentro.
Nada temas ante el público de mi alma
con sus rostros ensombrecidos
que súbitamente despiertan en el último recinto del viaje,
este acto indefenso que apenas se sostiene a la obra del tiempo.
Yo también estoy desnuda observando tu desnudez
frente al cristal del proscenio
ahora que el tiempo hace una parada y detiene el curso de los astros
y ha silenciado a su voz de campana en la cúpula más alta,
abre tu alma como la cola de un pavo real
dirigiendo todos sus ojos hacia mi.
No habrá otra escena u otros intervalos
cuando el telón muera y los reflectores de mis ojos se apaguen.
La noche como un abanico vuelve a abrir sus puertas
y las estrellas continuarán creando caminos en el universo
que debemos tomar con sus trenes y estaciones.
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