Alguien volteó el telescopio Hubble, ahora, en lugar de dirigir su lente hacia el universo, miró hacia dentro de la Tierra.
Las miles de imágenes que llegaron a la Tierra fueron del propio planeta. En un primer momento, todo parecía como me fue dicho desde niña: Blanco y negro; culpables y no culpables; yo tengo razón, tú no la tienes; cierto, erróneo.
Pero fue enfocando, y entre más enfocaba, se veían menos culpables de un lado y del otro; más de los que tienen razón de un lado y del otro; ilimitadas tonalidades y menos colores encerrados en sus límites… entonces, dejé de verlo porque me dio una crisis nerviosa y casi me desmayo. Ya no sabía a quién creerle…
Me fui calmando y descubrí, con tantas imágenes en mis manos, acerca de guerras arregladas; creatividad nunca antes vista; ayuda humanitaria desinteresada; sonrisas de satisfacción; rostros muertos en cuerpos vivos; Ecosistemas ensuciados, estadística de suicidios, amistades sinceras; lágrimas contaminadas; tecnología en todos lados; archivos clasificados abiertos, tanto propios como de naciones; almas atormentadas por gusto; asertividades floreciendo, uff!, uff!, uff!
Descubrí que no debía generalizar, que no podía confiar totalmente en la visión de las personas que me platicaron relatos desde niña, que tenía que usar más mi análisis y menos mi síntesis predeterminada; que no todo lo que me enseñaron estaba equivocado, o en lo cierto.
Pero todo esto, los niños actuales ya lo saben. A mí, me está costando toda una vida… desaprender, aprender, y, qué no desaprender.
“Dejad que los niños vengan a Mí, no se lo impidáis, porque de los que son como estos es el Reino de Dios.”
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