Jorobas y Narices
Los primeros en entrar son un científico y un poeta. El científico sube al ring con peluca rizada y sonrisa tímida, el poeta con espada en mano y fanfarronería. El científico es uno de los físicos más importantes de todos los tiempos, el poeta es uno de los máximos representantes de la literatura del siglo de oro español. Sus nombres son Isaac Newton y Francisco de Quevedo.
Newton se sacude poco a poco la timidez, alentado por el teatral Quevedo se anima a colocarse en el centro del ring, espera a que el público guarde silencio. Con la delicadeza de un mago, saca de su bolsillo un prisma, lo sostiene en alto entre el índice y el pulgar. Por el techo se abre una pequeña ranura (todo está preparado para su lucimiento), un rayo de luz atraviesa el aire para chocar por una cara del prisma y salir por la cara opuesta en colores que van del rojo al violeta. El público asombrado contiene el aliento, Newton se pone nervioso: a pesar de su genialidad sigue siendo un niño inseguro. Cuando los aplausos llegan, él sonríe abiertamente por primera vez y su arrogancia despierta.
Un Quevedo celoso se acerca junto a su compañero, blandiendo la espada y maldiciendo hace a todos callar; su mirada se vuelve solemne, de su boca que segundos antes arrojaba moscas y pestes, ahora le brotan el oleaje y la brisa del mar, compone sonetos al instante que hace llorar a más de una. El científico y el poeta cruzan miradas, el público está de su lado.
La audiencia voltea hacia la puerta y comienza a abuchear, han entrado los dos rivales; uno es flaco y jorobado, el otro altivo y narizón. Son Robert Hooke y Luis de Góngora. Robert Hooke no hace caso al público, camina encorvado y con la mirada fija en Newton. Luis de Góngora, también de espada en mano, avanza con paso seguro hacia Quevedo. Ellos no se andan con lucimientos, no les interesa ganarse a una audiencia que de antemano saben en su contra. Qué comience la pelea.
Es interesante como personajes de gran talla intelectual recurran, para insultarse, a ofensas que un niño usaría, burlándose de los defectos físicos del rival. En la época barroca española, los poetas Francisco de Quevedo y Luis de Góngora forjaron dos corrientes poéticas rivalizadas: El conceptismo y el culteranismo respectivamente. Quevedo, en el conceptismo, prefería el ingenio a la palabra culta, sus versos son divertidos y más accesibles a la lectura; por otro lado Góngora prefería la palabra culta y la sofisticación del lenguaje, nos encontramos en su poesía una cuidada musicalidad y complicada interpretación.
Góngora era narizón y Quevedo tenía los pies zambos, defectos les sirvieron a ambos para insultarse en su poesía. En el soneto“ A una nariz” Quevedo le dice a Góngora “Erase un hombre a una nariz pegado/érase una nariz superlativa/érase una nariz sayón y escriba/érase un pez espada muy barbado”. Por su parte Góngora le responde “Anacreonte español, no hay quien os tope/Que no diga con mucha cortesía/Que ya que vuestros pies son de elegía/Que vuestras suavidades son de arrope/ ¿No imitaréis al terenciano Lope/Que al de Belerofonte cada día/Sobre zuecos de cómica poesía/Se calza espuelas, y le da un galope?. En este último, Góngora se burla de los pies de Quevedo al hacerlos dignos de una elegía(poesía de lamento) y al ponerlos sobre zuecos (zapatos) de una cómica poesía. Pero su rivalidad iba más allá del terreno poético; se dice de Quevedo que cuando se enteró de que Góngora estaba arruinado económicamente, le compró su casa sólo para tener el gusto de arrojarlo a la calle.
De los científicos Isaac Newton y Robert Hooke, Hooke era el feo; pequeño, jorobado y enfermizo desde pequeño, se esforzó por complementar su desdichada naturaleza física con una genialidad única. Fue uno de los científicos más brillantes de su tiempo, realizando descubrimientos en áreas tan diversas como la biología, la mecánica, la meteorología, la óptica y astronomía. Cuando el joven Isaac Newton llegó a la prestigiosa Royal Society de Londres a presentar sus teorías sobre la luz, Robert Hooke se sintió ofendido al no escuchar de la boca del muchacho un reconocimiento, ya que llevaba experimentando desde antes lo que Newton presentó. Desde entonces comenzó a forjarse una rivalidad entre ambos.
Aunque no cabe duda que Newton poseía la inteligencia para haber realizado sus teorías científicas por sí solo, es claro que Hooke tenía estudios sobre temas en los que Newton tanto sobresalió: tanto de óptica como en lo referente a la gravedad. Es probable que Newton los hubiera leído, pero ante las constantes críticas de Hooke, se negó siempre a darle un reconocimiento.
Newton no era poeta (aunque si nos ponemos románticos podríamos decir que su obra emblemática “El Principia Mathematica” es poesía pura, la naturaleza expresada en metáforas matemáticas) pero aún así se las ingenió para señalar, en sutiles palabras, los defectos físicos de su odiado rival. En una famosa carta que le dirigió a Hooke, Newton dice lo siguiente:
“… Usted ha añadido mucho de distintas maneras (…) si yo he sido capaz de ver más allá, es porque me encontraba sentado sobre los hombros de Gigantes”
Dicho párrafo, en apariencia halagador para Hooke, sugiere una burla hacia el carácter jorobado de éste. Según el astrónomo inglés John Faulkner, el hecho de haber escrito “Gigantes” iniciando con mayúscula, es una marca sarcástica de Newton tanto hacia a la jorobada espalda de su rival como a su pequeñez. Aunque es difícil comprobar esto, dada la personalidad resentida de Newton, es probable que así haya sido. Se dice también que cuando Newton llego a ser presidente de la Royal Society, se encargó de minimizar los trabajos de Hooke, así como de retirar su retrato de la pared para condenarlo al olvido.
La historia, siempre implacable, pocas veces justa, se ha encargado de favorecer a Newton y Quevedo. Los libros de ciencia nos ponen a un Newton iluminado (que lo era) y rostro angelical (que no lo era), las novelas históricas destacan de Quevedo su ingenio y valentía por sobre su difícil carácter. Ya han tenido sus victorias los primeros, es momento de darles una revancha a los segundos.
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