Día del padre (o la vocación de cuestionar)
La ciencia es lo que el padre enseña al hijo; la tecnología lo que el hijo enseña a su padre
Michel Serres
1. ¿Por qué?
¿Papá? ¿por qué el cielo es azul, por qué los colores, por qué hay que abrir las ventanas para que refresque, por qué el hielo se derrite?
Desde pequeños queremos saber por qué. Las respuestas no siempre son fáciles, todos aterrizamos sin manual de instrucciones y sobre la marcha hay que ir respondiéndose el mundo.
No nos satisfacen el “porque sí” o “porque lo digo yo”, en ese sentido tener un padre bien informado es siempre una ventaja.
Entonces él contestaba que las ondas y las leyes de la termodinámica, que la óptica y las partículas. Poco a poco he ido entendiendo a que se refería, pero aquí viene el problema: en cada respuesta surge un nuevo ¿y por qué? que sigue y sigue ad infinitum. Es cuando surge, como una adicción, esa comezón mental de ir siempre mas allá.
Ahora comprendo el porqué de tanta historia, literatura, religión, ciencia y filosofía amontonada en sus libreros.
2. ¿Qué?
¿Qué es la luz?
Dirá que no lo sabe, que nadie lo sabe. Es onda y partícula, dualidad fascinante. Dirá que muchos se han preguntado lo mismo y, aunque no lo han sabido con certeza, han encontrado respuesta a muchas otras preguntas.
¡Ah, la física!, ¡Ah, la óptica!, exclamará con satisfacción al intentar explicarse, saboreando las palabras como quien prueba una salsa exquisita.
¿Qué es la luz?
No lo sabemos, pero es por ella que construye domos y ventanas grandes en la casa. Es por ella que, antes de instalar una nueva lámpara, se queda pensando y calculando el preciso lugar para aprovecharla en su totalidad.
Luz es la veladora en casa de su mamá; la que ilumina, temblorosa, la fotografía del abuelo.
3. ¿Cómo?
Superada mi vergüenza inicial de ser un adulto inútil, me animo a llamarle.
-Oye papá, fíjate que se me descompuso el carro, hay un corto en mi casa, la bomba de agua no sirve. ¿Cómo le hago?
Tengo que ir a su casa por las herramientas y preguntarle cómo se usan. Él se ofrece a ayudar, yo le digo que no, mi orgullo es fuerte.
Aquí tengo que pedir disculpas, fui un mal alumno: era yo un adolescente malhumorado que le hacía mala cara a todo; no sabía que, más que necesitar mi ayuda, me estaba preparando. Su entrenamiento falló no tanto por su falta de esfuerzo sino por mi poca atención. ¿Tantas veces haciendo agujeros y jalando cables a través de las paredes, tantas veces subidos a la azotea con martillo y desarmador, tantas veces cargando tanques de gas y conectándolos para tener que volver a preguntar para dónde se abre y para dónde se cierra?
En la práctica más vale maña que fuerza, a falta de músculo una palanca; de él siempre he sabido que basta con encontrar un punto de apoyo para mover al mundo.
(Hoy me pregunta
qué es un meme,
por qué es mejor Spotify ,
cómo publico un comentario en facebook
yo le respondo agradecido.)
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