Entre metáforas y electrones

Imperfecciones

El problema con los sustantivos abstractos (amor, odio, miedo, alegría, esperanza, etc.), es que son palabras en estado gaseoso, mutan, se mueven y se adaptan, tomando la forma de la  mente que las contiene; no hay una imagen única que se nos quede en la cabeza. Esto es contrario a los sustantivos concretos; decimos perro, decimos lápiz, y los objetos se acomodan só-li-da-men-te en los estantes de la imaginación.

¿Qué pasa con un sustantivo como “perfección”? Un ejercicio interesante es decirse la palabra y, sin darse tiempo de pensarlo, fijar lo primero que nos cruce por la mente. Dependiendo de la circunstancias de vida la imagen cambiará, o en todo caso, necesitamos que la palabra perfección la usemos como adjetivo de un sustantivo concreto, diríamos así mujer perfecta, canción perfecta, lápiz perfecto, perro perfecto. Y aun así la objetividad estaría lejos, ya que para cada uno de nosotros es distinta tal percepción.

Pocas cosas pueden darse el lujo de poseer características bien definidas para llamarse perfectos. Quizá las más obvias son ciertas figuras geométricas. Decir “un cuadrado perfecto”, nos da la idea de cuatro lados iguales y cuatro ángulos rectos, tenemos también la idea de un círculo o una esfera perfectas. Atención especial merece la esfera, ya que al ser un cuerpo limitado por una superficie en donde todos sus puntos tienen la misma distancia al centro, en considerada símbolo de la perfección. Ya en el libro de los veinticuatro filósofos, en la edad media, la asociaban con Dios: “Dios es la esfera infinita cuyo centro se encuentra en todas partes y la circunferencia en ninguna”.

La historia del arte divide a las épocas en clásicas y románticas. Las primeras asociadas con la proporción, mesura y elegancia; encontramos aquí las esculturas de Miguel Ángel, las columnas grecorromanas, el orden enciclopédico de la ilustración.  Del otro lado, las épocas románticas están contaminadas por lo caótico, desproporcionado y emocional, aparecen aquí las gárgolas de Notre Dame, el cubismo de Picasso, las sinfonías de Beethoven. En un juicio a priori, me atrevería a pensar que en la actualidad vivimos en una época romántica, nos incomoda la poesía rimada y con métrica precisa, las galerías de arte están llenas de obras sin forma definida, sacrificando el entendimiento del espectador en beneficio del desconcierto. En otras palabras, el arte actual aspira poco a la perfección en el sentido clásico de la palabra.

El estudio de la física, en un inicio, se encamina a analizar casos perfectos, cuando uno resuelve problemas físicos en el aula, siempre se acude a situaciones ideales, “Suponiendo una masa esférica  calcule…”, “Un objeto se desplaza sin fricción…”, “Un gas ideal contenido en un recipiente…”, “ Una partícula en el vacío…”. Pero luego llega la cruda realidad con sus imperfecciones y complica las matemáticas a un grado muy superior. Me viene a la mente un chiste al respecto, visto en la serie Big Bang Theory: “Un hombre tiene gallinas que no ponen huevos, entonces acude a un físico para que le ayude con su problema. El físico, después de un tiempo, regresa y le dice: Ya tengo la solución, pero debe ser con gallinas esféricas y en el vacío.

Una de estas imperfecciones aparece en los pianos. Cuando un pianista presiona una tecla,  un pequeño martillo de madera  golpea un grupo de cuerdas produciendo así el sonido; dependiendo de la longitud, grosor y tensión de las cuerdas es que se tienen distintas frecuencias de vibración que nosotros percibimos como distintas notas. ¿Qué diferencia hay de un Do de la primera octava, a un Do de la segunda?, es esa frecuencia de vibración, si es el doble estamos en la segunda octava (un Do más agudo), a esto se le llama Armonía. En el caso ideal, la rigidez de las cuerdas debería ser infinita, lo que produciría una armonía perfecta, es decir, la frecuencia de un Do de la segunda octava sería 2.0 veces exactas la frecuencia de un Do de la primera octava.

Pero no podemos tener cuerdas de rigidez infinita en un piano,  lo que nos lleva a una pequeña inarmonía, se traduce esto en que, de una octava a otra no hay una proporción de 2 veces exactas el valor de la frecuencia sino un 2.001 (Physics Today, 64, 2014). Debido a lo anterior, recorriendo todo el teclado del piano, octava a octava se va produciendo un corrimiento de las frecuencias. La conclusión de esto es que, para afinar pianos, se tiene que tomar en cuenta este pequeño desperfecto. Es interesante como en simulaciones de sonido por sintetizador, al recurrir a los valores exactos, a los músicos expertos no les ha gustado el sonido, su oído es capaz de detectar la falsedad de tal perfecta armonía, la cual no corresponde al natural sonido del piano.

Finalizo con este diálogo, extraído de la película “Casi Famosos”(Cameron Crowe, 2000), en la versión extendida. En ella, un reportero adolescente es elegido para seguir a una banda de rock emergente en los años setentas. El reportero ha preguntado sobre la naturaleza de la música rock, qué es lo que la hace tan especial, entonces el guitarrista le contesta

“No es lo que pones en eso, es lo que dejas de lado. Escucha a Marvin Gave, una canción como Whats happening brother, hay un solo whoo al final del segundo verso. ¿conoces ese whoo, ese único whoo? ¡Eso es lo que recuerdas!. Son las pequeñas cosas, las cosas tontas, los errores, hay uno solo y eso hace la canción. Es lo que dejas de lado.”

 

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