La venganza de los nerds
La palabra nerd era poco frecuente cuando cursaba la primaria, Cerebrito era más común; para padecer tal etiqueta el único requerimiento era tener buenas calificaciones. Ya en la secundaria y en colegio de varones, el anglicismo me pegó con fuerza, pasar de cerebrito a nerd implicaba no solamente un buen desempeño académico sino también sufrir al abuso de la mafia dominante: los populares integrantes de la selección de fútbol del instituto, campeones indiscutibles de la zona escolar. En aquel tiempo tampoco existía la palabra bullying, a uno lo chingaban o le echaban carrilla; las estrategias de defensa había que buscarlas sin ayuda de psicólogos. La mía fue sencilla, por algunas respuestas del examen y un poco de álgebra en sus libretas tuve protección la mayor parte de ese tiempo; en varias ocasiones me permití resolverles mal un ejercicio o pasarles la respuesta equivocada, venganza inútil quizá, pero venganza al fin. La ciencia es el músculo del débil.
En el imaginario popular, el nerd está ligado a la actividad científica, la ficción televisiva (principalmente la estadounidense) se ha encargado de vender la idea. En tal contexto quiero hablar de tres científicos de televisión, tres nerds que le han dado mayor complejidad a un estereotipo que, en esta era de la información, se ha vuelto más protagónico que nunca.
Sheldon Cooper
La serie Big Bang Theory me chocó en un principio; yo trataba de emparentar la imagen de los personajes, tres físicos y un ingeniero, con mis compañeros y maestros de escuela; no se parecían, al menos no en todo. Veía en los de la tele una torpeza, una infantilidad y una personalidad enfermiza exageradas que no correspondían con lo que yo veía a diario. Los censuré durante un tiempo y cuando volví a verlos ya sin prejuicios realistas, (después de todo la comedia funciona acentuando los rasgos negativos de un estereotipo) me encontré con diálogos interesantes, temas de física actual y entretenidas escenas propias de un sitcom; me encontré con un personaje peculiar que ya desde el inicio se sentía indispensable para el éxito de la serie.
Científicos extravagantes hay un sinfín a lo largo de la historia, se dice de Newton que en ocasiones, al despertar, se pasaba horas sentado en su cama como en trance, totalmente abstraído en sus ideas, en una ocasión encajó un alfiler en su ojo sólo para ver qué sucedía. Henry Cavendish era tan tímido que cuando la gente quería escuchar sus opiniones científicas sabía que no había que mirarle, tenían que polemizar cerca de él para interesarlo en el tema y obtener la mayoría de las veces una opinión en susurro seguida del alejamiento del científico hacia un rincón más tranquilo. La extravagancia de Sheldon Cooper se ha tratado de relacionar con el síndrome de Asperger, una forma leve del autismo que lleva al afectado a la fobia social, a evitar el contacto de extraños, a padecer ansiedad ante el cambio de rutinas y a resultar insensible por su poco interés en los demás. Lo que lleva a Sheldon a ser diferente a los otros es que su genialidad no va a acompañada de inseguridades, por el contrario, se festeja a sí mismo con su arrogancia y ocurrencias. Su conexión con el público se logra a través de la rebeldía y la ternura de quien simplemente es, sin caer en las concesiones en las que caemos la mayoría por tratar de llenarle el ojo a los demás.
Walter White
Nos dice la fórmula literaria que un personaje de ficción debe cumplir ciertos rasgos para ser entrañable, entre ellos está el ser complejo, tener un defecto trágico y estar sometido a conflictos que le lleven a sufrir una transformación a lo largo de la historia. En el caso del protagonista de Breaking bad, su defecto trágico podría parecer, a primera instancia, la enfermedad terminal que padece, sin embargo es su orgullo y adicción a un alter-ego poderoso lo que lo lleva por caminos siempre peligrosos. Prototipo del anti-héroe, Walter White recurre a su máscara, Heisenberg, para representar un papel que acaso ha mantenido reprimido: ser el tipo malo.
En sus memorias, el premio nobel de literatura J.M Coetzee habla de su infancia en el colegio donde, por la vergüenza de ser azotado por los maestros hacia todo bien “Por eso nunca se le oye en clase. Por eso siempre es ordenado, por eso siempre hace sus deberes, por eso siempre sabe las respuestas…”, sin embargo se sentía excluido y en secreto deseaba ser castigado como los demás, admiraba en silencio al chico rebelde del grupo, más interesante y atractivo que él. En Walter White sucede algo similar, el personaje ha sido un buen padre, un maestro cumplido, un químico de mucho talento que carga con el estigma de haber sido excluido de un negocio millonario a pesar de sus aportaciones. Al inicio de la serie las escenas familiares y escolares lo muestran como un tipo algo inconforme y aburrido con su vida de adulto bien portado, es la enfermedad terminal lo que le sirve de pretexto para iniciar una transformación que a lo largo de cinco temporadas apenas nos deja respirar.
Gregory House
Aunque el guión hacía de cada capítulo algo predecible, eran las relaciones entre su grupo de diagnóstico, la doctora Cuddy y el oncólogo Wilson lo que nos mantenían pendientes de la serie. La personalidad del amargado Dr. House era encantadora por su inteligencia bien dosificada entre la que utilizaba para resolver sus casos y la que le permitía realizar comentarios mordaces. Un gesto noble del doctor era un golpe al corazón del espectador, por lo escaso. Adicto al Vicodin y a los acertijos, su éxito profesional estaba en proporción inversa a su estabilidad emocional, algo más que común en la actualidad.
Con sus altibajos y exageraciones, con sus experimentos narrativos y extravagancias médicas, la serie se mantuvo con éxito durante ocho años en los que vimos al obsesivo personaje luchar contra sus demonios emocionales, siempre ayudado por el entrañable Doctor Wilson. House fue un genio querido por su vulnerabilidad física y psicológica, alguien a quien si conociéramos, seguramente odiaríamos de frente y admiraríamos a distancia.
Hoy el nerd tiene ya sus derivaciones, dícese hipster al nerd fashion y cool, dícese geek al amante y conocedor de las nuevas tecnologías. Cuando se es pequeño las etiquetas causan una comezón difícil de quitar, uno crece y se va creyendo el papel que los demás le han impuesto. Hay quien viste su estereotipo con orgullo, hay quien lo sufre y hay quien lo busca forzadamente. Hay quien encuentra en el encanto de ciertos personajes una pequeña revancha de aquellos años duros que, vistos a través del filtro de la memoria, no fueron tan duros después de todo.
Impactos: 2