En busca de la razón
I
Lagartija gris del desierto de paseo en la playa de las iguanas. Estoy en Puerto Vallarta, la humedad engrasa la piel, todo pensamiento se dirige al agua y a los aires acondicionados. Sobre los hombros el peso de la atmósfera. Nivel del mar, altura cero; recuerdo aquella clase de física en la secundaria “A menor altura, mayor presión y mayor temperatura”.
Todos, desde niños hasta ancianos, se dan un momento para contemplar el agua, en silencio. Mirar hacia el mar es pensar sin pensar, la razón como una barca que se aventura sobre las olas, la razón buscándose a sí misma, seducida a perderse para siempre en el horizonte. Es complejo ponerse a pensar en la razón misma, lo sé, pero cada uno encuentra en la inmensidad del océano sus abstracciones personales.
Hay un hombre con un bebé en brazos, los dos con el rostro quieto hacia el mar; mirando al pequeño se siente la nostalgia del tiempo anterior a las palabras, cuando los sentidos eran golpeados fuertemente por la novedad del mundo y el pensamiento tomaba formas intraducibles.
Alguna vez leí que se sabe más sobre el espacio exterior que sobre el mar, también me han dicho que los peces no tienen memoria, pero fue de una poeta, Silvia Tomasa Rivera, que me llegó la siguiente verdad: “la ciudad se hizo para hablar/el mar para callar”.
II
Tomando el camión, en 5 minutos estoy en el malecón. En la caminata el mar y los restaurantes, los turistas y los locales, el ritmo de la salsa compitiendo con el de las olas. Destacan, entre aquello, las esculturas; una llama poderosamente la atención: “En busca de la razón”. Realizada por el escultor Sergio Bustamante, está compuesta por tres figuras, dos infantiles y una adulta. Las dos pequeñas se encuentran subidas en una escalera, con sus rostros triangulares dirigidos hacia el océano parecen estar saludando o despidiendo. La figura adulta se encuentra en el suelo con los brazos abiertos como implorando, alentando, o regañando a las dos pequeñas. El que pasa tiene la tentación de subir a los primeros peldaños de la escalera para tomarse la foto, lo que ha sido valorado por el artista, quien al respecto se siente complacido de que las personas interactúen con su obra.
¿Qué nombre tan extraño, En busca de la razón?. ¿La razón es lo que buscan las niñas al final de la escalera?, ¿o la que pareciera ser su madre al mirarlas desde abajo? ¿Quién está más cerca de encontrarla: el niño que, sin pensarlo, sube y se arriesga a un tropiezo; o el mayor que, asustado, analiza desde el suelo? En mi nostalgia de treintañero me inclino por la primera, y es que el adulto sabe por experiencia que toda búsqueda transforma al explorador: aquel que encontró la verdad ya no es el mismo que la buscó.
III
Lagartija del desierto comiendo pescado zarandeado. Estoy en Puerto Vallarta con mi esposa y su familia, festejando cumpleaños. Miramos en el atardecer hacia el mar, está nublado y la luz del sol agonizante se armoniza con la luz naciente de las farolillas. Un anaranjado opaco flota en el ambiente, como si un dios bondadoso hubiera espolvoreado polvo de luciérnagas. Desde el balcón del restaurante vemos a las pseudoñiñas,pseudomujeres, pseudohumanas (por qué femeninas, no lo sé) de la escultura. Las dos que están subidas en la escalera parecen decir adiós y algo perturbador hay en ellas, mientras el cielo va oscureciendo las imaginamos girando sus cuellos hacia nosotros o bajando la escalera. A mi cuñada se le ocurre la siguiente leyenda “ Cuando los barcos parten y sus tripulantes voltean, deben evitar mirar a las figuras de la escalera; de lo contrario nunca más volverán a pisar tierra”
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