La historia omite qué les pasó,
ocultados por decreto del mundo
por creerlos insignificantes, descartables,
fueron arrebatados de su destino.
Se les quiso quitar de la vista general
por incomodar o estar indignados,
pero se volvieron un resplandor inextinguible,
para afrontar la penumbra social.
Desde que fueron tomados por la fuerza
le hacen falta a toda la gente, a ti y a mí,
junto con ellos la sensibilidad se extrae,
la identidad se esfuma sin respuestas.
Forzados a un paradero desconocido,
aún así trasmiten su mensaje,
a través de quienes se quedaron,
de los que no perdonan ausencias inducidas.
La esperanza sabe de su paradero
tenaz, intenta llegar a ninguna parte,
sabe que mientras sigan siendo buscados
siempre estarán presentes, con vida.
En algún lugar están a la espera,
confiados en las huellas que dejaron;
no importa cuánto los quieran borrar,
ellos nunca dejarán de existir.
El que desaparece es quien los ignora
y se queda impávido ante la supresión,
su rostro indiferente se vuelve anónimo,
queda perdido en la vergüenza, sin libertad.
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