Vagabundos sobre un lienzo que se borra con la humedad de los años
entre árboles recogiendo de sus ramas las estrellas caídas,
y si los pétalos de la senda tocan un arpegio de añoranza
se silencia el bosque del tiempo,
y en su espejo de agua dibujamos los pliegues de sus notas
Tienen ruedas los sueños
y buscan la sombra de la noche.
Albergamos en el cuerpo una vieja fotografía del corazón
que cuelga de sus paredes
porque es el cuerpo casa de madera,
ático errante con libros
que atesoran en su polvo de oro nuestras memorias.
Sabemos lo que es llevar un colador de sueños enredado al pecho,
para caminar por la arena que la vida nos trae con sus olas
pues la mayoría de las sueños se deben colar
para que sirvan de alimento en el largo viaje.
Movidos por el deseo de llegar al horizonte de la luna
se quedan atrás las huellas de los nombres,
un gato nos guía,
la sombra de una flor es señal
y abrimos la ventana de la casa ambulante
cuando la brisa entra con el aroma del pasado entre las garras del futuro,
cuando se perpetúan los elementos en los ojos
para la odisea en los bosques de horas,
y los árboles se callan ante el ruido del cuerpo
que es también carro de madera.
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