En el corazón de la infinita jade
los rayos dibujan reflejos de colores vivos
que atraviesan los follajes volátiles
hasta inclinarse en la palma de la tierra
e inundarla con su calor abismal.
Entre la multitud de verdes sinfines
los ilustres arabescos de ramas confusas
susurran los secretos de la selva
y con sus cantos florales de aves e insectos
van meciendo al viajero que penetra en sus entrañas.
Recorre los senderos olvidados
en innombrables ondulaciones de leños bailando,
cruza un río ancestral que pinta
las hojas de perlas de agua
y lo guían hacia el desvelo de solemnes templos.
Aquí reinan elegantes rocas,
blancuras eternas bañadas de una sangre sacrificada
donde se percibe la intensidad de un sol desnudo,
aquel mito que confesaba su profecía
en los vestigios ceñidos de apacibles esmeraldas.
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