Soy un hombre como cualquiera. Respiro, tengo sentimientos y deseos, amo las cosas simples de la vida, las papas a la francesa, el mar y los conciertos de música clásica. Pero la gente se comporta de manera extraña conmigo… Obviamente es por mi físico: mi rostro es fuera de lo común. ¡Mírenme a los ojos si pueden! ¡Vean mi rostro! (tristemente) Lo sé muy bien, es algo imposible lo que les pido…
(con resignación) En fin… Nací con una protuberancia enorme, mi vida ha sido una pesadilla por su culpa. Parece que mi cráneo se ha desarrollado más de lo normal. Los hombres que me ven apartan inmediatamente su mirada, lo que suele enojarme demasiado… Un día ¡hasta golpeé a uno! ¡Pues su compasión me exasperó! ¡Es inadmisible! ¿Cómo diablos se puede vivir así? Dicen que los ojos son el reflejo del alma. Para empezar solo tengo uno, el segundo no sirve. Está debajo de un montonazo de hueso y de piel. Además, nadie está dispuesto a descubrir mi verdadero ser interior. A la gente, o le doy miedo, o asco.
Sin embargo, durante el transcurso de mi vida, conocí a algunas personas increíbles que me miraban tal cual como era yo. De seguro mis padres, ¡lógico! les debo la vida. También hubo mi primer patrón, un hombre extremadamente bueno… En realidad, al inicio nada más fue por interés que me aceptó en su empresa, él recibía dinero del gobierno por haber contratado a un discapacitado. Pero luego ya me trataba como su propio hijo. Yo trabajaba como secretario. Todo el día me quedaba encerrado en una oficina sin ventanas y ordenaba papeles, manejaba cuentas y llamaba por teléfono a clientes importantes.
Recuerdo que en esa época, solo tenía una obsesión: mi sueño el más profundo era tener una mujer que me amara por lo que soy. Así que decidí hacer todo lo posible para lograrlo y le hablé a uno de los cirujanos más reconocidos del mundo. No crean, me tardé años en elegir al mejor de todos y no fue nada fácil localizarlo. Pasé mucho tiempo investigando sobre el tema, leyendo revistas de anatomía y artículos de cirugía reparadora para ponerme al corriente. Cuando al fin encontré a mi doctor, tomé cita con él y me fui a Zúrich, en Suiza. Él aceptó realizar la operación pero se tenía que conseguir el dinero para pagar a un equipo médico de más de cuarenta personas.
Empecé a buscar un trabajo que pagaría mejor pero nadie me quería contratar. Pues lo mismo de siempre, ¿Qué podía hacer con mi protuberancia espantosa? ¡No me la iba a cortar yo! Finalmente, entré en relación con unos delincuentes a quienes sólo les importaba el dinero. Me puse a hacer unos trabajos ilegales gracias a los cuales gané muchísimo. La ventaja era que ningún policía me controlaba. (irónicamente) Saben, lo de siempre, la mirada desviada… Y es así que encontré la forma de hacerme operar.
Llegó el gran día. ¡Estaba tan feliz! La intervención duró como alrededor de veinte horas. Y la recuperación ni hablar, fueron meses. Pero se cumplía algo grande: me volví el hombre más guapo del mundo. No es mentira, me miraba en el espejo y me quería besar.
Lo curioso es que hoy sigo en las mismas de siempre. Las mujeres están tan obnubiladas por mi belleza que la primera cosa que hacen al verme, es apartar la mirada. Jamás podré amar a tal mujer. Jamás toleraré que no vean más allá de mi cuerpo, que no busquen los secretos infinitos de mi alma a través de mis ojos. ¡Mírenme a los ojos si pueden! ¡Vean mi rostro! (tristemente) Lo sé muy bien, es algo imposible lo que les pido… Estoy más que decidido: Mañana le vuelvo a hablar a mi cirujano.
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