Inspirado en un poema de Aureliano Buendía en 100 Años de Soledad de Gabriel García Márquez
Te fuiste una mañana de sol sin pronósticos de lluvia,
te vi partir frente a mi ventana humedecida por el día anterior.
Llevabas bajo el brazo la almohada que te cosí con las plumas
de aquellas palomas que sacrificamos.
Te puse en la bolsa un poco de aire por si querías volar, también
un poco de lumbre para tus noches,
la arena que pisamos en el faro y un poco de agua de mis labios.
Ibas con tus alitas caídas, las que te hice con los retazos de mi piel
y así te volvías pequeño en la calle cual catarina en un tallo.
El moho de mi ventana me fue inundando, se fue haciendo enorme en
mi ojo.
Nadie esperaba la lluvia pero del tic tac de los planetas una ráfaga
cayó. Te esperé todo el día, este se hizo eterno, azul y morado.
¡Ahora recuerdo que te llevaste mi reloj!
Reporté tu desaparición en la prensa y en la televisión.
Miles se apoderaron de tu rostro que hasta entonces había sido mio.
Te buscaron bajos las hojas asesinadas por la tormenta, bajo los
restos del manto nocturno que se vino abajo en cuatro noches de
escarcha . Revisaron todo el fango de la ciudad y nada de ti.
Te busqué en cada uno de los charcos y en los papeles que encontré
pisoteados en las avenidas y en la tinta escurrida de mis versos.
Pero te habías perdido como un rayo en el sol. Te tragó la lluvia con
sus dientes de hielo, te guardó en su garganta y en sus entrañas de
niebla,
Vas vagando por sus tormentas, pobre de ti, mi amor , que te has perdido en
los colores de un prisma , pobre de mí que te espero frente a la
ventana contando y recortando gotas hasta que tu aliento al cristal
venga, a cerrar mis ojos y a esta fría y eterna mirada que te va haciendo
pequeño en el suspiro del mar.
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