En los inicios de los tiempos cuando el mundo era un lugar hostil del que pocas especies y seres sobrevivían se quedó entre los mitos tallados de las cavernas la historia de la existencia de un Gigante
Me gustaría tener una referencia de su verdadero nombre pero como es una historia tan perdida en los siglos es algo imposible, así que he decidido llamarle AMOR puesto que el amor es un sentimiento muy grande como lo fue aquel ser del que quiero hablar.
EL AMOR fue un gigante que vivió en las épocas más remotas de muestro mundo, el casi estuvo desde los inicios de la vida, vio de hecho como se desarrollaron muchas especies que ya no nos acompañan. Vivió en una cueva donde se protegía de los constantes cabios climatológicos, de las tormentas marítimas, de los terromotos, de las explosiones volcánicas que a todos sin excepción afectaban por aquellos días. Fue un gran amigo de los dinosaurios y en varias ocasiones les anticipó su extensión aconsejándoles que redujeran su tamaño. Era un buen amigo EL AMOR y sabía sobrevivir a pesar de la gran hostilidad ambiental que lo rodeaba. Era un explorador innato que siempre buscaba y encontraba nuevas formas de redescubrir su habitad, sabia convivir con todos los seres que como el compartían la confusión de ese mundo en el que habían aterrizado quizá de algún extraño lugar existente más allá de las montañas.
Los días para El AMOR eran largos, cada uno traía consigo una frescura y un conflicto diferentes, cada día era un nacer y morir, no existía para el Gigante AMOR un pasado ni tampoco una idea de futuro, así que solo se preocupaba por divertirse creando y destruyendo experimentos. AMOR fue un gigante muy bello que si en nuestra actualidad expusieran sus fotos quedaríamos impactados por su magnificencia.
Pero entonces un día cualquiera de esos que no están registrados en los calendarios cayó un enorme meteorito que eliminó a muchas de las criaturas existentes. Gracias a no se sabe que fuerza prodigiosa EL AMOR logró esconderse en los más profundo de una cueva.
Allí permaneció quizá muchos años sin hacer un intento por liberarse o por buscar una salida. El miedo a ser destruido lo hundió en ese mundo en el que perdió todo contacto con el exterior en el que algún día corrió libremente. Durante todo ese tiempo de aislamiento se alimentó de cucarachas y otros insectos que habían sobrevivido al holocausto y pensó mucho en lo que le había dicho a los dinosaurios acerca de su tamaño; pensó, _ que idiota he sido, yo también debí haber escuchado mi consejo y reducirme de tamaño, ahora no soy más que un gigante absurdo que no cabe en esta pequeña cueva donde reina la oscuridad.
Conducido EL AMOR por estos pensamientos dejó de comer, se rindió ante la fuerza del universo y poco a poco se fue volviendo pequeño y extraño. De ser un gigante hermoso y bien formado se fue transformando en un ser amorfo, de muchas cabezas, que en vez de proyectar armonía más bien proyectaba espanto.
Otro día cualquiera que tampoco aparece en los calendarios o diccionarios, arrastrado por la fuerza de supervivencia decidió salir a ver la luz que imperaba afuera. El día estaba trasparente, lo invadía una poderosa claridad que inundaba todos los rincones de la tierra pero no habían especies sobrevivientes a simple vista, era necesario explorar para encontrar vida, entonces el amor vagó y vagó durante incontables días y noches; al no encontrar nada se sintió aún más solo de lo que se había sentido en la cueva. El planeta no era lo que el recordaba, ahora era un vacío que se tragaba silenciosamente su respiración y sus ecos. Pobre gigante, quizá no había recorrido lo suficiente como para encontrar a hermanos que se hallaran en igual situación.
Una noche cuando ya se encontraba totalmente rendido y deprimido sintió un leve sonido que provenía de los aires y al levantar la vista se vislumbró ante sus ojos una pequeña lucecita que revoloteaba de aquí para allá. Era hermosa y le recordó a algo que mucho tiempo atrás lo había alegrado. Era una luciérnaga sobreviviente pensó y recordó al ver al pequeño animalito danzando por el viento.
Sorprendido le comenzó a hablar y resultó que la luciérnaga le respondió y le contó su historia. Le dijo que era la reina de la tribu sobreviviente de las luciérnagas y que junto a sus hermanas se dedicaba por las noches a rescatar a los supervivientes ya que ellas tenían la posibilidad de alumbrar y que ya habían logrado reunir a varios a los que les daban hospitalidad y alimento. El gigante AMOR quedó sorprendido, de cuanto se había perdido por estar en su cueva sin darse una oportunidad de redescubrir su mundo.
Quiso generar una amistad con la luciérnaga puesto que se le hacía hermosa así que se le acercó y se le mostro tal cual era aunque temió que esta huyera por ver de frente la fealdad que se había apoderado de su cuerpo. Se llevó una grata sorpresa al ver en el rostro de su recién amiga la compasión y la bondad y entonces no pudo evitar enamorarse perdidamente de ella. La vio magnifica, gigante como él había sido, resplandeciente, única, se le figuró la salvación a su terrible vida y soledad. Era la primera vez que sentía algo así desde el holocausto meteorólogo espacial. Aquel sentimiento que lo apretaba por dentro era tan grande como su antiguo cuerpo, era fuerte y abarcaba cada parte de su piel y su interior. Fue tanta su emoción que los pensamientos se le nublaron y en un arranque atrapó a la luciérnaga con una de las bocas que le había surgido.
Aterrorizado y también un poco emocionado emprendió el camino de regreso a su cueva con la luciérnaga en la boca. Esta se retorcía, gritaba, suplicaba y le pedía a llantos que la dejara volver con sus hermanas que sabía que sin ella no podrían continuar la misión de rescate, pero EL AMOR estaba sordo, con la vista casi ciega debido al poderoso enamoramiento. No escuchó las peticiones de su amada y a cambio la encerró junto con él en su austera cueva donde pretendía que ella ahuyentara la terrible oscuridad que ahí se asentaba.
La puso a trabajar duro, la incitó a iluminar cada rincón de su morada, a bañar con su polvo dorado todas las rocas viejas y enmohecidas que los rodeaban y a veces hacían de colchón para que ambos durmieran. La puso a limpiar el agua que bebían, a destupir los acueductos tapados durante años, prácticamente la luciérnaga se volvió la responsable del ex gigante AMOR, tanto hacia por él y tanto lo guiaba que lo imposibilitó aún más. EL AMOR se fue volviendo medio ciego y flojo mientras su amiga-amante se dedicaba a conducirlo a través de sus aburridos días y de toda esa oscuridad que por más que la pobrecita intentaba eliminar se malgastaba en el intento hasta el punto de casi quedarse sin luz propia. Llegó un momento en el que ya no pudo brillar mucho y entonces empezaron las peleas con EL AMOR porque ya no le funcionaba muy bien de guía ni tampoco tenía energía por la noches para hacerlo feliz.
Mientras tanto afuera de la cueva sus hermanas luciérnagas y el mundo se encontraban perdidos en la misma oscuridad. Ya que el pueblo sin su reina luminosa no lograba desenvolverse con fluidez. Las luciérnagas de menos luz no sabían cómo invertir su claridad para estabilizar el mundo y ya casi no encontraban sobrevivientes a los que pudieran rescatar.
Otro día cualquiera a una de las luciérnagas más ancianas de la tribu se le ocurrió la idea de que había que salir a buscar a su reina, que ya no podían permanecer con los brazos cruzados viendo como el mundo moría. Fue tal su poder de convencimiento que logró convocar a muchas más especies de luciérnagas y también a las libélulas, mariposas, aves y otros seres de luz que pretendían salvar al mundo. Todos firmes en su posición se unieron y comenzaron la búsqueda siguiendo los rastros de la reina luciérnaga.
Transcurrió mucho tiempo en lo que lograron hallar las pistas adecuadas siguiendo las huellas del terrible monstruo en el que se había convertido EL AMOR. Una mañana posiblemente de verano porque llovía mucho llegaron a la entrada de la cueva y tocaron haciendo aviso de su presencia.
EL AMOR abrió la entrada medio somnoliento en lo que su luciérnaga hacia el aseo. Al ver que eran las otras luciérnagas cerró inmediatamente con fuertes rocas la entrada de la cueva pues sabía que le quitarían a su amada. Entonces comenzó a ejercer violencia amenazando a la reina luminosa con que mataría a su tribu si lo abandonaba. Esta desesperada ante tal idea le prometió quedarse a su lado pero en el fondo se sentía feliz pues su pueblo le demostraba respeto y admiración. Entonces una fuerza interior comenzó a darle más luz y de pronto iluminó su habitad con mucha más intensidad que antes. Era un milagro observarla nuevamente bailar de aquí para allá con soltura y encanto. Eso provocó que el Gigante atrofiado volviera a sentir el mismo impulso que cuando la conoció, con menos razón la dejaría ir al ver resurgir de la oscuridad aquel sentimiento de luz.
En uno de esos terribles arranques que lo caracterizaban aprisionó en sus garras a la luciérnaga, estaba decidido a tragársela para que nadie más pudiera ser su dueño y así ella en su interior le daría la luz necesaria para recorrer de nuevo el mundo. Pero la reina luciérnaga grito tan fuerte que sus hermanas que aún permanecían afuera de la cueva se vieron obligadas a penetrar a la fuerza.
Entre tantas libélulas, luciérnagas, aves y otros sobrevivientes, entre ellos grandes fieras, lograron tumbar las piedras que protegían la entrada, impulsadas quizá por una fuerza superior que hoy en día conocemos como la voluntad.
Ya casi la luciérnaga mayor era devorada cuando lograron liberarla de las garras de EL AMOR. Desenfrenaron una terrible guerra en la que después de muchas pérdidas lograron ganar y cuando tuvieron prisionero al deformado Gigante hicieron una asamblea. Muchos opinaron que había que sacrificarlo porque ya había perdido su verdadera personalidad, que si seguía con vida atacaría a sus iguales, pero esa idea no convenció del todo a las adorables luciérnagas que conformaban el núcleo de los supervivientes. Entre ellas estaba un dinosaurio que había logrado sobrevivir reduciendo su tamaño y el que en vidas anteriores había sido un buen amigo de EL AMOR. Recordó lo bueno que había sido aquel Gigante, como había ayudado a sus hermanos, las fiestas que hacía en celebración de la vida y sintiendo enorme pena propuso que no se le matara, que podían dejarlo encerrado en su cueva por si algún día recordaba quien había sido y recobraba su verdadera personalidad, que quizás lejos de la luciérnaga reina y de su fuerte obsesión lograría reestructurarse. A las luciérnagas les agradó la idea bondadosa y tomaron partido por ella, así que encerraron a EL AMOR con la fe de que algún día cambiaría y también le asignaron a varias del clan vigilar su progreso. Pero como en aquellas épocas lo cambios y las catástrofes eran constantes. Muchas de las luciérnagas responsables del Gigante se fueron extinguiendo, otras evolucionaron volviéndose luciérnagas más poderosas y olvidaron quienes fueron. Entonces EL AMOR quedó olvidado para siempre en aquella cueva, posiblemente murió de hambre mientras dejaba sus memorias sobre las rocas grabándolas con su propia sangre.
Lo único que nos quedó de aquel ser de la era del hielo fueron sus huesos que desgraciadamente debido al mal tráfico de arqueologías y reliquias del pasado no sabemos quién pueda conservarlos. Quizá algún rico coleccionista de arte o lamentablemente se consumieron en la hoguera del tiempo.
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