Hay un tejado siempre sobre mis sueños,
un tejado de rejas para que mi cuerpo
no vuele más allá del horizonte
que las estrellas dibujan hacia la nada
y tu merodeas por sus barrotes
soltando pétalos de tu rastro
sobre mi rostro dormido
y suenan tus garras de cálamos
sobre la quimera ininterrumpida de la noche,
suenan tus garras de cálamos
te percibo y me despierto
dentro del sueño de cajas grandes, pequeñas,
pequeñitas y más pequeñas donde en el fondo duermo,
has venido a salvarme con la roja señal de tu maullido.
Percibo tu andar en la luna atornillada al techo,
veo tus pupilas lacrimosas por el óxido del astro
que se ha escondido en tus ojos
y viene a verterse en mi mirada,
impregnas tu reflejo en mi piel
que es la luna misma
con sus rostros de abismo,
con su procesión de fantasmas
y me imprimes en la frente la cicatriz de tu maullido,
el olor de tu pelo negro,
escarcha del llanto de la noche.
Me arrancas con tus uñas
la pelusa de fuego que escondía en la oquedad del pecho,
tu boca de botella derrama el vino oscuro de los racimos de un cometa
y me embriagas otra vez en el sueño
en el que tú eres un constante gotear de la cascada celeste,
el constante chirriar de una puerta de hierro.
Finalmente tu maullido me vuelve a dormir dentro del sueño
y sigues atado al tejado como un guardían de la luna,
y yo a mi almohada onírica perfumada por tu aliento.
El lente fotográfico de tus ojos se rompe en el pavimento de mi solitaria mirada
y veo a la noche rota dentro de un calidoscopio
donde tu y yo también estamos
¿quién lo observa?
veo a la cara del sueño
tras la ranura de la puerta.
Regreso a despertar dentro de la aurora de mi sueño
y aún estás ahí,
con la gabardina negra del sol
que se complace en su anonimato nocturno.
Una luz blanca penetra las paredes del cuarto,
el sonido de tu cascabel despierta a todos mis sueños
uno a uno como aves se intentan liberar,
tu maullido rompe mis sueños de cuarzo
que luego tus pestañas pisan caminando por mi sueños.
Despierto al fin,
me ha alarmado un pájaro,
y todavía te siento en el tejado como a la lluvia
de tenues pasos que intentan colarse
por el techo de mi corazón.
Te vuelvo a sentir, se que afuera esperas a la noche,
a que a tu sombra le nasca un cuerpo
capaz de entrar en el mio
como si fuera este una tinaja abierta
que conserva en su piel de barro el vestigio del fuego.
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