Un día antes del 14 de febrero Valentina había programado la alarma sonora de su despertador en forma de corazón,, así que el día esperado por toda su clase sería recordado sin contratiempos en su olvidadiza mente de señorita que disfrutaba quedarse en casa los días que los maestros por cualquier emotiva situación suspendían las clases para hacer una fiesta, mas ese día se había prometido no ausentarse ya que la habían puesto como responsable de llevar los dulces en forma de corazoncitos flechados y los decorativos festivos para el gran salón donde más de 400 chicos y chicas emanarían su calor adolescente. Al principio Valentina se había enfurecido por el mandato obligatorio de la directora de la escuela que le daba la orden de no faltar y llegar a tiempo con las cajas amorosas repletas desde sus bordes hasta sus entrañas de chocolates rebosantes de amor. Valentina no veía nada divertido en la tarea de ir de compras y hasta se le hacía bochornoso tener que ir por tales baratijas días antes del 14 de febrero delatandose ante las mentes enamoradizas que ella Valentina Valentina había sido flechada por un angelito maléfico con alas de paloma mal herida y flechitas de pócimas invisibles que volvían a la gente más loca que romántica. Ella siempre había estado casi segura que Cupido era un robot maléfico inventado por el gobierno para volver loca a la gente y desviarle las neuronas y estaba casi igual de segura que tal robot tenía la capacidad de volverse invisible o de aparentar ser un ángel para que las almas inocentes no quedaran ante su presencia envueltas por el terror. Esas convicciones las tenía desde muy pequeña cuando por primera vez a los 7 años vio a sus padres desnudos en su cuarto de niña felíz besándose como dos demonios mientras en la mesita de noche brillaba una de esas cajitas rebosantes de chocolates de licor y una botella de vino que en la etiqueta lucía la imagen tétrica de Cupido guiñando un ojo. Aquella escena traumatizó su inocencia ante tales fechas y le creó desconfianza a sus padres que habían sido capaces de usar su cuarto para hacer cosas extrañas, ya que la imaginaban en la casa de una de sus amigas.
Era tanta su furia por tener que colaborar aquel 14 de febrero cuando tenía 16 años que primero intentó pagarle a varias de sus amigas porque fueran por las compras, pero todas ya tenían planes para ir por sus propias baratijas y regalitos, así que tuvo que sofocar su cólera poco a poco hasta que decidió que iría el domingo antes de la víspera del gran día. Sabía que los domingos en la mañana la mayoría estarían ocultos en la iglesias agradeciéndoles a San Valentín tanto amor, así que no correría el riesgo de encontrar a toda una multitud en las tiendas. Se levantó muy temprano, lo cual sorprendió a su madre que nunca antes la había visto cometer tan traición al sueño y hasta la hizo pensar que quizá ese año Valentina había sido víctima de la flechas de Cupido. La madre no dijo nada pero varias veces con risitas y tosesitas mandó señales indirectas para el padre que leía el periódico dominical y algunas noticias relacionadas con el 14 de febrero que ya comenzaba a sonar sus alarmas con la historia de un chico que en una ciudad vecina se había indigestado gravemente comiendo pastelitos en forma de corazón en una competencia para ganar el amor de una chica difícil y vanidosa que tenía enloquecida a todos los chicos de su clase. Valentina no se dejó seducir por el brillo de la almohada que desde la puerta entreabierta de su cuarto la intentaba seducir, tenía una misión importante, la de salir de una vez por todas de aquella bochornosa situación de poner sus pies en las tiendas de Cupido y su plan macabro. Se fue azotando la puerta lo más rápido de pudo tras las burlas de sus padres acerca de la situación del chico atragantado y la seductora gordura con la que pretendía conquistar a la chica de sus sueños. Valentina les perdonó su imprudencia pues desde que se acercó a la mesa para agarrar un plátano y vió la clásica botella de vino con la imagen de Cupido y su ojo bizco comprendío que un año más habían sido envenenados y hasta por lástima les había había cambiado las sábanas a su cama para que pudieran volverse locos a gusto.
Cuando Valentina llegó a la tienda para su sorpresa se encontró con una marabunta de hambrientos amorosos que como ella habían sacrificado el sueño del domingo para hacer las compras de último momento. Al principio pensó en huir y arriesgarse a ser expulsada de la escuela pero tan pronto se percató de la ceguera romántica de los presentes que no dejaban de pensar en los depositarios de su amor, se tranquilizó, pues estaba convencida de que no sería vista, además de que se había preocupado por llevar un turbante gris y unas gafas enormes que le tapaban casi el rostro completo. Al cabo de una hora y media ya había terminado de llenar el carrito, hizo grandes esfuerzos por no entretenerse e iba agarrando las cajas de chocolates que consideraba más inofensivas, aquellas que desde su visión no enloquecerían a sus compañeros, casi todas de chocolates amargos que en la portada no tuvieran la cara de Cupido. Estaba muy segura de que no comería bajo ningún tipo de súplicas aquellas venenosas golosinas aunque por momentos se le hacían en verdad muy tentadoras, pero tan pronto se visualizaba enloquecida y enamorada del primero que se atravesara en su camino las soltaba como si fueran mini bombas de dulce romántico.
Ya casi se iba de la tienda Valentina cuando por confusión pasó por el pasillo de la tarjetas, sólo por confusión porque estaba buscando la registradora para pagar. Nunca se hubiera percatado de nada si no hubiera sido porque sintió que algo se movía entre los estantes con la resuelta decisión de llamar su atención, entonces la deslumbró una postal que tenía el dibujo de un marciano sobre su platillo volador que a través del espacio iba lanzando corazoncitos de todos los colores hacia los planetas entre los cuales estaba incluido la tierra. La postal brillaba y realmente era muy simpático el dibujo del extraterrestre que parecía moverse por los efectos ópticos del papel. Valentina soltó una risa fugaz arrastrada por la sonrisa cómplice del marciano verde y cuando ya estaba a punto de dejar la tarjeta en el estante para proseguir su camino sintió un empujón tan fuerte que hizo temblar todos sus recuerdos y la consciencia que tenía de sí misma.
Pasados varios segundos que a Valentina se le parecieron eternos recobró la conciencia dentro de una cuarto completamente cerrado en el que lo único que podía apreciarse era una ventana con un cristal grueso como esos que se ven en los cuartos de interrogatorios,
una mesa y dos sillas, de las cuales, una era ocupada por ella y la otra por el marciano verde y escuálido de la tarjeta de San Valentín. En persona se veía igual de simpático que en la postal aunque mucho más grande, incluso mucho más grande que un terrícola de los más altos, pero su ni su altura ni color verde fluorescente eran capaces de amedrentar, ya que su rostro era verdaderamente simpático con una sonrisa de caricatura eternamente feliz. Lo primero que hizo al ver que Valentina se reponía del viaje intergaláctico fue saludarla en su propia idioma y explicarle la razón de su secuestro momentáneo de la fiebre terrícola por el 14 de febrero.
-Como verá usted señorita, se encuentra en un lugar muy remoto de su planeta y le pido una disculpa por hacerla venir tan abruptamente y en las vísperas de un día tan especial para toda la galaxia, pero tengo mis más justificadas razones por haberla traído y el permiso del consejo galáctico.Usted ha sido elegida por un sorteo llevado a cabo cada mil años terrestres para hacer la visita a nuestro humilde planeta con la misión de hacer un recorrido guiado por nuestra fiesta de San Valentín y entender los orígenes que esconde tan magnífica festividad. Muchas felicidades, pues es un honor ser elegido como representante del proyecto amoroso más ambicioso del universo, usted será su representante en el planeta tierra hasta que se vuelva a hacer el sorteo pasados 1000 años terrestres.
Valentina había escuchado detenidamente cada una de las palabras del marciano que parecía hablarle años luz y varias veces estuvo al borde del desmayo pero al parecer era imposible desmayarse en aquel planeta que infundía a cada quebranto del alma un nuevo respiro de energía y júbilo, así que terminado el preámbulo la chica fue invitada por el Marciano a abandonar la sala e integrarse a la magna fiesta de San Valentín. Y si que era magnífica aquella fiesta como ninguna que se le hubiera podido ocurrir al más rico y poderoso de los humanos. El planeta entero estaba festejando, poseídos por locura romántica sobre sus vastos campos de minerales preciosos y construcciones de oro, entre las que sobresalía en belleza y brillo un templo consagrado aquel día al amor. Todos, niños, jóvenes, adultos y ancianos estaban dominados por la fiebre de la procesión que cantaba dentro y fuera del templo, mientras bebían de unos recipientes gigantescos un agua que cambiaba de tonalidad según la preferencia del que quisiera beberla y que parecía poner muy contentos a todos hasta el punto que no podían hacer otra cosa más que besarse y abrazarse con todas las fuerzas que les sobraban en sus corazones desbordados de felicidad. El Marciano guía iba explicando cada acto con una minuciosidad prodigiosa y su sonrisa imborrable logró varias veces por conmover la seriedad de Valentina que tenía para todo una pregunta entre las cuales se encontraban muchas respecto al agua y sus efectos. Ella estaba segura que estaba contaminada con el mismo veneno que enloquecía a sus padres, pero para su asombro el Marciano le explicó que el agua era de los ríos y la lluvia de su planeta que servía de estimulante para las grandes virtudes que tienen los seres de amarse los unos a los otros, y le aclaró que los chocolates y dulces de la tierra, en sí la azúcar misma era el conducto por donde la fuerza amorosa se expresaba en la tierra, claro, con una calidad muy mediocre en comparación al abundante flujo romántico que corría por los ríos de su planeta el cual aún no era descubierto por ningún científico humano. También le explicó y confirmó las teorías que ella tenía acerca de Cupido. En efecto y como muchas veces su intuición se lo dijo, Cupido no era más que un robot diseñado y programado por el comité galáctico para hacer llegar el mensaje universal del amor a la tierra. El Comité había estudiado con cautela y por miles de años la historia humana de sus creencias y entendió que el Robot debía ser un dios o un ángel si querían que pudiera ser aceptado en la tierra, así que desde los inicios de la historia humana Cupido tuvo sus primera apariciones primero como Dios, después cómo ángel hasta por fin quedar reducido a duende travieso disparador de flechas. Como todo buen había cumplido con su misión haciendo de vez en cuando sus apariciones milagrosas ante los mortales para que estos creyeran en su existencia y además en sus poderes pues siempre que aparecía lo hacía con verdaderos artilugios fuera de la comprensión terrestre.
El Marciano le enseñó a Valentina los primeros moldes de Cupido, diseñado para la gran misión, muy diferente de los robots diseñados para otros planetas que tenían la misma misión y en absoluto nada tenía de similar el Cupido original con las imágenes que por la tierra circulan de él las cuales fueron hilándose en la imaginación colectiva por el impulso creativo de los primeros artistas que lo vieron. El Cupido original realmente parecía un dios alado repleto de seducción que con una simple mirada podía despertar los deseos de amar que incluso en varias ocasiones durante ese día sedujeron el corazón de Valentina, serio y enigmático deseándole un deseo constante de enamorarse y ser amada por primera vez, mas aún así la chica no soltaba la razones que tenía para continuar haciendo preguntas y rechazar el cortejo de varios extraterrestres que pretendían abrazarla y dejar sus marcas fluorescentes en sus mejillas. Por qué mandar un robot a la tierra con la misión de crear condiciones para que un día al año toda la gente gastara tiempo y dinero en expresar amor, además de enloquecer en muestras tan efusivas de cariño, es que no tenía el ser humano la capacidad para estimular el amor por sí solo, necesitaba la ayuda de un robot creado muy lejos de su mundo.
Para todas las preguntas el Marciano tenía una respuesta que si no lograba convencer a la chica al menos apaciguaba su alteración. El Marciano estaba realmente sorprendido del fracaso de Cupido en la tierra, su misión en comparación a la de los otros Cupidos no se había logrado ni a medias. El Cupido terrestre iba rezagado en porcentajes y resultados, aún no lograba con sus esfuerzos aumentar los días dedicados para celebrar el amor, mientras los otros ya habían logrado que el festín durara un año en otros planetas sin que sus habitantes tuvieran que gastar nada de tiempo en consumos, pues todo ese año era de lo más natural estar repartiendo besos y abrazos y si habían confrontaciones se hacían treguas para que todo el año las personas pudieran evacuar su caudal amoroso y los artistas y todos los que quisieran conectar con las fuerzas amorosas salían a las calles expresando su arte y eran aclamados y alimentados y hasta se hacían concursos para dar grandes premios a las parejas que más habían logrado expresar el amor y los los artistas competían con sus sublimes obras para ganar un pasaje para conocer la galaxia. Algo que asombró mucho a Valentina fue poder saludar al Cupido ganador de la trayectoria de Cupidos, había logrado que en su planeta el 14 de febrero durara un década en la que todos los conflictos eran completamente suspendidos para que la gente pudiera amarse sin treguas, la mayoría de seres felices de la galaxia y en casi perpetua alegría eran de su planeta, pues después de diez años de amor aunque los conflictos eran renovados, a todos les costaba mucho volver a reñir tan cansados como estaban por amarse, escuchar música y usar los ratos libres para expresar su caudal amoroso aunque fuera cocinando. El Cupido ganador era un robot en extremo pequeño, del tamaño de un hada y con una graciosa diadema de flores y una cabellera luminosa que desprendía seducción. Entonces la chica sintió lástima por el Cupido terrestre que languidecía su mirada cada vez que todos se acercaban a los otros más aventajados para aclamar sus logros, pues en realidad él se había esforzado quizá más de la cuenta sin lograr los pronósticos amorosos para el siglo XX terrestre.
Valentina supo que si no lograba mejorar sus resultados sería desprogramado y aventado en un campo de chatarra galáctica hasta que el comité creara una mejor misión para él, porque era en verdad importante y apremiante que se buscarán mecanismos para evacuar el caudal amoroso en los recintos terrestres donde aún sus habitantes no habían sobrepasado las cajas de chocolates, las botellas de vino ni los dulces junto con tarjetas industriales en las que algunos artistas más necesitados que inspirados plasmaban su imaginación romántica con el fin de promover la cordialidad. El Marciano llevó a Valentina a dar un paseo por las galerías de Arte de la festividad, revisó las tarjetas románticas, inimaginables para una mente humana, eran en verdad portales a los más placenteros paisajes en los que una pareja de enamorados podía gozar de la existencia con sólo mirarse horas y horas sin ninguna pretensión. Algunas que eran diseñadas para los niños y adolescentes eran casi como videojuegos o películas en las que se podía elegir que personaje uno quería representar en la historia donde los temas estaban relacionados con la expresión más sublime del sentimiento. Postales virtuales con pasadizos secretos, con laberintos que conducían al ser amado, a un difunto amado, a un amigo, a los padres, a las mascotas, a todo aquello capaz de mover las fibras del corazón. Algunas tenían escaleras o puertas que te llevaban a otros lugares de la galaxia en los que podías permanecer el tiempo que la postal indicaba y lo más excitante de todo a los ojos de Valentina es que todas eran gratis con la condición de que debías formarte rápido entre la multitud para poder atrapar las más intrépidas en diseño.
Después de abandonar la galería de Arte y caminar horas y horas junto al marciano por la enorme plazuela de la iglesia de oro viendo como las carrozas lanzaban premios y los más vistosos dulces transparentes con verdaderas joyas en su interior para que los enamorados declararan sus sentimientos, la chica nuevamente fue abrazada por la lástima hacia las empobrecidas expresiones terrestres del amor y enseguida se imaginó a sus padres retozando en su cama y a sus compañeros preparando con esmero los regalos que al día siguiente ofrecerían con vergüenza a las chicas de sus sueños. El caudal amoroso de la galaxia sólo tenía un día en su hogar para expresarse y en los demás días escasamente lograba transformar la realidad por eso era expulsado hacia las fuerzas de cielo donde gustoso circulaba por otros planetas donde acogían con más fuerza su luz, hasta que finalmente exhausto volvía a su origen para renovarse y circular de nuevo por los ríos de estrellas y cometas de nuestro universo.
A las seis de la tarde de la tierra una alarma sonó en el brazo del Marciano verde, era el mensaje que indicaba que debía regresar a Valentina a su dimensión y que si no lo hacía las puertas del espacio para la tierra se cerraría hasta pasados 1000 años terrestres. El Marciano apresuró su misión y antes de despedir a Valentina le dio un folleto en el que encontraría todas las instrucciones para cumplir con su papel de representante del amor galáctico en la tierra y sin más gestos de cariño que su sonrisa imborrable soltó a la chica en lo que podría interpretarse con un abismo.
Después de unos segundos que nuevamente se le hicieron eternos a Valentina, la chica despertó en la tienda, estaba mareada y a su alrededor tenía a una multitud de empleados y clientes que la contemplaban asustados. Al parecer se había se había mostrado extraña y decía incoherencias entre convulsiones que terminaron por ocasionar todo un reguero en el área de las postales por lo que hasta el manager de la tienda tuvo que abandonar su hora de descanso para resolver el incidente y ya estaban a punto de llamar a la ambulancia cuando Valentina recobró la consciencia de sí mientras apretaba con fuerza entre sus manos la postal del marciano verde. Sintió mucha vergüenza, sobre todo por las miradas burlonas de los chicos de su edad que probablemente estaba haciendo aquel espectáculo para llamar la atención de Mariano, el chico más codiciado de su escuela que casualmente estaba en la tienda comprando unas golosinas para su novia.
Valentina no dio explicaciones y se esforzó porque su vergüenza se resbalara en la imagen del marciano verde el cual ya había sido notado por los burlones que entre susurros y risitas decían que era su príncipe verde. Las empleadas estaban muy asustadas aún como perder el tiempo con risas así que para deshacerse del susto dejaron que Valentina se fuera sin pagar con más de cincuenta cajas de chocolates y adornos de corazones con la imagen de cupido guiñando el ojo. Cuando llegó a su casa se sentía más sola que nunca y sus padres habían salido seguramente a celebrar delatando que no habían usado su cama para hacer locuras. Entonces recordó el folleto y aún llevaba consigo la postal del marciano tan intacta como cuando la vio por primera vez dos horas antes.
El folleto estaba escrito en un lenguaje simple diseñado para una chica de su edad y con instrucciones claras además de que lo acompañaba una lista con todos los que habían sido representantes del amor galáctico en la tierra. Conocía muy pocos aquellos nombres entre los que figuraba el de William Shakespeare y otros famosos en su mayoría artistas. Fue en ese momento en el que muchas de sus dudas se aclararon a medida que el domingo 13 de febrero se esfumaba en el tiempo. Cuando sus padres volvieron de su almuerzo ya estaban frente a mujer decidida a cumplir con su misión en la vida y les sorprendió ver que con los restos de un antiguo juguete había logrado fabricar un despertador en forma de corazón para despertarse muy temprano al día siguiente sin que su madre tuviera que afanarse por su rebeldía hacia la festividad de un nuevo 14 de febrero.
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