Eramos dos dragones y nuestros cuerpos navegaban el día de la noche.
Lejos del alcance de las miradas del tiempo arrastrábamos estrellas hacia sus labios
para que ella pudiera besar los ojos humanos.
Eramos luces sin temor a fundirse en los vientos y nuestras alas se enredaban en la piel
de la lluvia tras horizontes que se levantan hacia las multitudes incandescentes
de las antesalas de la nocturnas y sentíamos que nuestra profunda soledad viajaba
acompañanda en el silencio del universo.
Pero una estrella se abrió a la vida como fruto del espacio sin límites.
Y al comer de su brillo y beber de su agua caímos.
Hoy nos arrastramos lamiendo el polvo cual serpientes que a través de los túneles de sus cuerpos
se someten a viajar sin alas el silencio de los ojos .
Hoy nos herimos hasta aniquilarnos en esa tenáz búsqueda del retorno
para con las muchas muertes liberar el veneno.
La tierra nos abre su tumba en la que las flores se expanden para alumbrar nuestra oscuridad,
mientras en el cielo las estrellas derraman sus cascadas sobre la noche para mitigar su cansancio.
Eres un poco de la arena de mi isla celeste donde los mares me reclaman al antiguo vuelo.
Soy la tentación , la coropórea venda que le negó a tus ojos el desnudo de la luz
Nos hudimos mutuamente, nos anclamos a nuestros cuerpos,
a la arena que nos enmascara y arropa como nodriza a dispocisión del tiempo.
Nos hundimos, nos anclamos a los huesos que el polvo embelleció en su afán.
Poco a poco sólo queda el recuerdo de escupir fuego de estrellas
y nos vamos sumando a las cenizas de universos .
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